Comentario: Aplicaciones prácticas de oración para la vida diaria de “La Pequeña Flor”.

El testimonio y las palabras de Santa Teresita de Lisieux han cautivado millones de vidas. Sus escritos y su vida han atraído a innumerables almas a la contemplación de los misterios de Dios, pero la misión de su vida era muy sencilla: estaba convencida del “Caminito”.  

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Al describir su llegada a su propia conciencia vocacional, Teresa escribió en su autobiografía:  

“Comprendí que sólo el amor mueve a los miembros de la Iglesia a actuar, que si el amor se extinguiera, los apóstoles no predicarían el Evangelio y los mártires no derramarían su sangre. Comprendí que el amor abarca todas las vocaciones, que el amor lo es todo… en una palabra, que es eterno. Entonces, en el exceso de mi alegría delirante, grité: Oh Jesús, mi amor… mi vocación, por fin la he encontrado: mi vocación es el amor”.

Ser amor y elegir el amor en cada momento es el resumen de su “Caminito”. Vivir desde esta postura de amor la convirtió en una de las santas más impactantes de los tiempos modernos.

En sus escritos, Teresa menciona que debemos abordar nuestra vida de fe como un niño pequeño se acerca a una escalera. Debemos invocar a nuestro Padre, que está en lo alto de la escalera, y suplicarle que nos levante. Cuando lo hagamos, él bajará corriendo los escalones y nos levantará en sus brazos para llevarnos a lo alto de la escalera, siempre mirando hacia el cielo.  

Como explicó Edward Sri, un conocido teólogo y autor, al National Catholic Register el año pasado:

“Teresa utilizó la famosa imagen de un ascensor espiritual que podía elevarla hasta Dios. Pero la clave para llegar a la cima de ese viaje espiritual en ascensor con Dios es primero rendirnos al hecho de que necesitamos el ascensor, aceptar que somos demasiado pequeños y pobres para subir a Dios por nuestra cuenta, y poner nuestra confianza en Dios y no en nosotros mismos”, afirmó Sri.

Este camino es muy poderoso porque depende de que Dios obre a través de nosotros. Es una entrega a Aquel que siempre cuida de nosotros. Teresa entendió esta entrega como un movimiento para vivir “con las manos vacías”. Ella escribió: “Al atardecer de la vida me presentaré ante ti con las manos vacías, porque no te pido, Señor, que cuentes mis obras”. 

Se dio cuenta de que cuando contemplamos nuestra fragilidad ante la muerte, entendemos nuestra total dependencia de Dios para todo.

La sencillez infantil de Thérèse se manifiesta de muchas otras maneras.  

El obispo carmelita Guy Gaucher (1930-2014) fue conocido como un gran estudioso de la vida y los escritos de Santa Teresita. En 2005 escribió una carta titulada “¿Por qué te amo, oh Teresa?”. En ella, señala una variedad de razones de su gratitud hacia esta gran santa sobre la que pasó gran parte de su vida aprendiendo. Dirige su carta a la propia Teresita:

“Vas directo a la cuestión fundamental con una sencillez clara, inflexible como el acero. 'En cuanto a mí, ya no encuentro nada en los libros, salvo el Evangelio. El Evangelio me basta'. Te amo porque permaneciste niña, o, mejor dicho, redescubriste todas las gracias de un niño en la madurez, un privilegio tan raro”.

El Obispo Gaucher se sintió cautivado por su sencillez porque era fuerte y porque transmitía un poder que estaba fuera de este mundo.  

Sri también ha hablado de la belleza del llamado de Teresa a la entrega. Señaló que esto se puede ver, especialmente, en la propia pecaminosidad:

“Cuando fallamos, en lugar de mirarnos el ombligo, podemos reconocer nuestra pequeñez y dejar que el Señor entre en nuestros corazones entregándole nuestras deficiencias”, indicó.

Tener la voluntad de permitir que Dios nos vea en nuestras fragilidades y nos sane de nuestras falsas percepciones de nosotros mismos es equivalente al camino de la santidad, como nos muestra la Pequeña Flor en su Carta 243:

“En cuanto Dios nos ve convencidos de nuestra propia nada, nos tiende la mano; pero si queremos intentar grandes cosas, aunque sea con el pretexto del celo, nos deja solos. Basta, pues, humillarse y soportar con mansedumbre nuestras imperfecciones: ésta es la verdadera santidad”.

Esta verdad se puede ver en las reflexiones diarias sobre las lecturas de la Misa que ofrece la Sociedad de la Pequeña Flor. Estas sirven como una vía para pensar y vivir como Santa Teresita. Recientemente, una de las reflexiones decía:

“Lamentamos que nuestra religión sea una mera observancia externa y no una respuesta sincera, reflejada en nuestras acciones, rituales y comportamientos. Estás tan cerca de nosotros, Dios Santo, y tu presencia es el poder que nos guía y nos transforma. ¡Enséñanos de nuevo a ser santos y puros, como Tú!”.

La santidad es cuestión de pequeñez. Vivir como Teresa implica centrarse en la proximidad de la profunda intimidad de Dios con nosotros.

Por eso, hoy y siempre, déjate atrapar por el poder del “Caminito” de Santa Teresita. Entrégate por completo a Cristo, que llena nuestras manos vacías con su Sagrado Corazón y nos conduce a la santidad para la que nacimos.

Santa Teresita, ¡ruega por nosotros! 


Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en el National Catholic Register.