El Papa Francisco afirmó en su discurso a los obispos y religiosos de Bélgica que Dios perdona siempre y recordó que, aunque “todos cometemos errores”, nadie está “perdido para siempre”.

Esta mañana, antes de abandonar la Nunciatura, el Papa Francisco saludó brevemente a la Vicepresidenta de la Comisión Europea, Margarítis Schinás; a la Vicepresidenta de la Comisión Europea para la Democracia y la Demografía, Dubravka Šuica; a la Representante de la Organización Mundial de la Salud ante la Unión Europea, Oxana Domenti; y al Director Regional de la OMS para Europa, Hans Kluge.

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El Papa Francisco desayuna con personas sin hogar

Más tarde, el Santo Padre compartió un desayuno con un grupo de 10 personas sin hogar y migrantes acogidos por la parroquia de St Gilles. El encuentro fue organizado por el P. Benjamin Kabongo, Fraile Menor.

El P. Benjamin Kabongo le hizo entrega de una cerveza elaborada por la parroquia, cuyos beneficios se destinan a fomentar su labor en favor de los inmigrantes y los sin techo.

El Papa Francisco desayuna con personas sin hogar. Crédito: Daniel Ibáñez/ EWTN News
El Papa Francisco desayuna con personas sin hogar. Crédito: Daniel Ibáñez/ EWTN News

El Papa Francisco desayuna con personas sin hogar en la parroquia de St Gilles. Crédito: Daniel Ibáñez/EWTN News
El Papa Francisco desayuna con personas sin hogar en la parroquia de St Gilles. Crédito: Daniel Ibáñez/EWTN News

A su llegada a la Basílica del Sagrado Corazón de Koekelberg, pasadas 10.00 horas, saludó a los fieles que le recibieron en el exterior del templo antes de comenzar su encuentro con los Obispos, Sacerdotes, Diáconos, Consagrados y Consagradas, Seminaristas y Agentes de Pastoral  de Bélgica.

En la entrada principal de la Basílica le esperaba el Presidente de la Conferencia Episcopal Belga, Mons. Luc Terlinden, Arzobispo de Malinas-Bruselas, y también el Rector de la Basílica. Después, atravesó la nave y llegó al altar mientras el coro interpretó un canto.

El Papa Francisco escucha varios testimonios

Tras el saludo de bienvenida del Presidente de la Conferencia Episcopal Belga, el Santo Padre escuchó los testimonios de un sacerdote, un agente de pastoral, un teólogo, un representante de los de centros de acogida para víctimas de abusos, una monja y un capellán de prisiones, intercaladas con la interpretación de algunas canciones.

En primer lugar, el Sacerdote P.Helmut Schmitz, le preguntó al Papa Francisco la manera en la que un pastor puede “guiar a la gente en su camino”.

Más tarde, una joven operadora pastoral, Yaninka De Weirdt, preguntó al Pontífice cómo “podemos unir nuestros sueños, cómo podemos como jóvenes contribuir a la unidad de la diversidad”.

Por su parte, el teólogo Arnaud Join-Lambert preguntó por el futuro de la sinodalidad en un occidente secularizado y Mia De Schampelaere, que trabaja en un centro de atención de víctimas de abusos, se dirigió al Santo Padre para pedirle consejo sobre cómo la Iglesia aprender de las "heridas de los sobrevivientes y crear una cultura eclesial donde todos se puedan sentir seguros".

El Papa Francisco también escuchó el testimonio de una monja y un hombre que trabaja en una cárcel.

Al dirigirse a los obispos y religiosos del país, el Papa Francisco definió la Iglesia de Bélgica como una Iglesia “en movimiento” que busca transformar la presencia de las parroquias y también impulsar la formación de los laicos.

Más tarde, centró su discurso en la reflexión sobre tres aspectos: la evangelización, la alegría y la misericordia, y respondió a cada uno de los que ofrecieron su testimonio. 

La evangelización

En primer lugar, destacó que los “cambios de nuestra época y la crisis de la fe que experimentamos en occidente nos han impulsado a regresar a lo esencial, es decir, al Evangelio”.

Sin embargo, puntualizó que cada crisis “es un tiempo que se nos ha ofrecido para sacudirnos, para interpelarnos y para cambiar”. 

En este sentido, afirmó que cuando experimentamos las desolaciones, “siempre debemos  preguntarnos cuál es el mensaje que el Señor nos quiere comunicar”. 

Explicó asimismo que hemos pasado “de un cristianismo establecido en un marco social acogedor, a un cristianismo ‘de minorías’ o de ‘testimonio’”. 

Y esto, continuó el Pontífice, “reclama la valentía de una conversión eclesial, para comenzar esas  transformaciones pastorales que tienen que ver incluso con las costumbres, los modelos, los lenguajes de la fe, para que estén realmente al servicio de la evangelización”.

Por ello, reiteró que los “sacerdotes no se limitan a conservar o administrar un patrimonio del pasado, sino pastores enamorados de Jesucristo y preparados para acoger las exigencias del Evangelio” mientras caminan con el santo Pueblo de Dios.

También señaló que “pueden  ser muchos los caminos personales y comunitarios, pero nos conducen a la misma meta, al encuentro con el Señor”. 

“En la Iglesia hay lugar para todos, todos, todos, y ninguno debe ser fotocopia de nadie. La unidad en la Iglesia no es uniformidad, se trata más bien de encontrar la armonía en la diversidad”.

La alegría

En cuanto a la alegría, explicó que no se trata de “las alegrías asociadas a algo momentáneo”,  sino de una alegría más grande, “que  acompaña y sostiene la vida inclusive en los momentos oscuros o dolorosos, y esto es un don que viene de  lo alto, de Dios”. 

Es, según el Pontífice, “la alegría del corazón suscitada por el Evangelio, es saber que a lo largo del camino no estamos solos y que aún en las situaciones de pobreza, de pecado, de aflicción, Dios es cercano, cuida de  nosotros y no permitirá que la muerte tenga la última palabra”. 

Subrayó que “la alegría es el camino” y que cuando la fidelidad se presenta difícil debemos mostrar que esta virtud es un “camino a la felicidad”. 

La misericordia

En tercer lugar, señaló que “Dios jamás nos retira su amor”, ni siquiera cuando hacemos algo “grave”. 

Señaló que “la justicia de Dios es superior; el que se haya equivocado está llamado a reparar sus errores, pero para sanar  su corazón necesita del amor misericordioso de Dios. Dios nos justifica con su misericordia, es decir, nos  hace justos porque nos da un corazón nuevo, una vida nueva”.

Más tarde, se dirigió a Mia, quien ayuda a personas que han sufrido abusos, y señaló que “los abusos generan atroces sufrimientos y heridas, mermando incluso el camino de la fe”. 

“Y se necesita mucha misericordia para no permanecer con el corazón de piedra frente al  sufrimiento de las víctimas, para hacerles sentir nuestra cercanía y ofrecerles toda la ayuda posible, para  aprender de ellas a ser una Iglesia que se hace sierva de todos sin someter a nadie”, expresó.

En esta línea, señaló que “una raíz de la violencia está en el abuso de poder, cuando utilizamos nuestros roles para aplastar o manipular a los demás”.

También afirmó que “Jesús nos muestra que Dios no se distancia de nuestras heridas e impurezas. Él sabe que todos cometemos errores, pero que ninguno es un error. Nadie está perdido para siempre".

"Es justo entonces seguir los caminos de la justicia terrena y los itinerarios humanos, psicológicos y penales; pero la pena debe ser una medicina, debe llevar a la sanación”, defendió.

Por último, el Santo Padre deseó “una Iglesia que nunca cierra sus puertas, que a todos ofrece una apertura al infinito, que sabe mirar más  allá".

"Esta es la Iglesia que evangeliza, que vive la alegría del Evangelio, que practica la misericordia”, concluyó.

Al finalizar el encuentro, el Santo Padre se dirigió a la tumba del Rey Balduino, conocido por su devoción religiosa y cuya fe marcó profundamente su reinado de 42 años.

El Papa Francisco frente a la tumba del Rey Balduino. Crédito: Vatican Media
El Papa Francisco frente a la tumba del Rey Balduino. Crédito: Vatican Media