En la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México descansan los restos de Agustín Cosme Damián de Iturbide y Arámburu, héroe que consumó la Independencia de México. A pesar de que su figura ha sido relegada en la narrativa oficial, su legado sigue presente en este icónico recinto religioso.
La Guerra de Independencia de México, iniciada el 16 de septiembre de 1810 con el “Grito de Dolores” de P. Miguel Hidalgo, culminó un día como hoy, el 27 de septiembre de 1821, con la entrada triunfal del Ejército Trigarante a la Ciudad de México, bajo el mando de Iturbide.
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El nombre del Ejército Trigarante hacía referencia a las tres garantías o principios fundamentales que reclamaba: la defensa de la fe católica como religión oficial, la independencia de México y la unión entre europeos y americanos.
Esas tres garantías inspiraron también los colores de la bandera del Ejército Trigarante, los mismos de la actual bandera mexicana.
En 1822, Agustín de Iturbide fue coronado como el primer emperador de México en la Catedral Metropolitana, donde hoy reposan sus restos.
En 1823, Agustín de Iturbide abdicó al trono de México y se exilió en el extranjero. Durante su estancia, se enteró de un supuesto intento de reconquista del antiguo territorio virreinal, lo que lo llevó a regresar a México en mayo de 1824 para alertar sobre una posible intervención europea.
Sin embargo, desconocía que había sido declarado traidor. Fue detenido y fusilado en Padilla, Tamaulipas, el 19 de julio de 1824. Posteriormente sus restos fueron trasladados a la Catedral Metropolitana.
Conservados en una urna de cristal en una esquina de la capilla dedicada a San Felipe de Jesús, el primer santo mexicano, se encuentran el cráneo y la estructura ósea de Agustín de Iturbide. Junto a ellos, una bandera trigarante y su trono acompañan los restos, mientras que una placa conmemorativa honra su legado con las siguientes palabras:
A diferencia de otros héroes de la Independencia, cuyos restos fueron trasladados al Ángel de la Independencia en 1925, Iturbide permaneció en la Catedral de México.
Iturbide un héroe en la “penumbra, en la sombra”
La figura de Agustín de Iturbide ha sido desvanecida en la memoria oficial de México. Como ejemplo, en 1921 su nombre fue retirado del Muro de Honor que enlista a los héroes nacionales en el salón de sesiones de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, el órgano legislativo federal de México. Además, en 1943, por decreto presidencial, dos estrofas del Himno Nacional que mencionaban a Iturbide fueron suprimidas.
El Dr. Jesús Joel Peña Espinosa, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), dijo a ACI Prensa que la figura de Iturbide “ha sido desplazada del lugar que le corresponde en la narrativa histórica”.
Peña Espinosa, también Maestro en Historia de la Iglesia por la Universidad Pontificia de México (UP), explicó que la historia ha sido utilizada “para la construcción del discurso político, para la legitimación de los regímenes de cualquier sentido y de cualquier color, para la construcción o más bien el apuntalamiento de proyectos de estado, de proyectos de nación”.
Según el investigador, en México existe “una tradición liberal muy grande en la construcción de la historiografía mexicana”, cuyo sesgo “se ha impreso en los resultados y en la promoción, en la divulgación de la historia”. De esa forma, señaló, Iturbide ha quedado “en la penumbra, en la sombra, y se le ha escamoteado el papel que tuvo”.
“La identidad del México contemporáneo” y la fe católica
Peña Espinosa indicó que la “matriz religiosa” de la sociedad de la época de Iturbide “era el catolicismo”, y el héroe de la Independencia comprendió que no era posible imaginar la transformación de la nación “sin partir de estas bases”.
En este sentido, el investigador explicó que para Iturbide, la fe era fundamental, tanto en su “convicción personal” como por su “claridad de pertenecer a un colectivo católico”.
Peña Espinosa afirmó que “la identidad del México contemporáneo es impensable sin el papel desempeñado por el catolicismo, y por el catolicismo entendido (tanto) en la estructura jerárquica como en el pueblo”.
El investigador del INAH reiteró que “la impronta del catolicismo en la construcción de la identidad del México mestizo y pluricultural” fue “innegable”.