El Patriarcado Latino de Jerusalén ha convocado a una jornada de oración, ayuno y penitencia para el próximo 7 de octubre, un año después de que Hamás lanzara su feroz ataque sorpresa contra Israel.
En una emotiva carta dirigida a su circunscripción eclesiástica, el Cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca Latino de Jerusalén, hizo un llamado a los fieles para que se unan en este día de reflexión y súplica, con la esperanza de alcanzar la paz en una región profundamente afectada por la violencia.
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“Se acerca el mes de octubre, y con él la constatación de que, desde hace un año, Tierra Santa, y no sólo ella, se ha sumido en un torbellino de violencia y odio nunca antes visto ni experimentado”, señaló en su carta, subrayando la gravedad de la situación que ha dejado miles de víctimas y ha erosionado el sentido de pertenencia y comunidad entre los habitantes de la región.
El cardenal destacó que la violencia no sólo ha tenido un costo humano devastador, sino que también ha “infiltrado el lenguaje y las acciones políticas y sociales”, debilitando la misión compartida de “construir juntos un Reino de paz y justicia” en la tierra que es sagrada para tantas personas.
“Ha asestado un golpe terrible al sentimiento común de pertenencia a Tierra Santa, a la conciencia de formar parte de un plan de la Providencia que nos ha querido aquí para construir juntos su Reino de paz y de justicia, y no, por el contrario, para convertirlo en un depósito de odio y desprecio, de rechazo mutuo y de aniquilación”, afirmó.
El Patriarcado ha organizado la hora de adoración y la oración de vísperas, que será presidida a las 6:00 p.m. (hora local) por el propio Cardenal Pizzaballa en la Pro-Catedral del Patriarcado en Jerusalén, en un día que el purpurado define como “símbolo de la tragedia que estamos viviendo”.
El patriarca también hizo un nuevo llamado a los líderes políticos y sociales para que tomen decisiones que promuevan la paz y la justicia: “No podemos sino hacer un nuevo llamamiento a los gobernantes y a quienes tienen la pesada responsabilidad de tomar decisiones en este contexto para que se comprometan con la justicia y el respeto del derecho de todos a la libertad, la dignidad y la paz”.
El Cardenal Pizzaballa resaltó la importancia de mantener los corazones alejados del odio y de trabajar activamente en la ayuda a los más necesitados: “Al comprometernos, cada uno en nuestro contexto comunitario y de las formas que podamos, debemos apoyar a los necesitados, ayudar a los que trabajan para aliviar el sufrimiento de los afectados por esta guerra y promover cualquier acción por la paz, la reconciliación y el encuentro”.
Finalmente, el cardenal subrayó la importancia de la oración como una herramienta poderosa para llevar el dolor y el deseo de paz ante Dios: “Debemos convertirnos, hacer penitencia, pedir perdón”.
Además, recordó que el 7 de octubre se celebra la memoria de María, Reina del Rosario, y animó a los fieles a rezar en comunidad o de manera individual: "Que cada uno de nosotros, con su rosario o en la forma que mejor le convenga, personalmente pero mejor aún en comunidad, encuentre un momento para detenerse a rezar".
La carta finaliza con una invitación a todos los cristianos a invocar la intercesión de María, Reina del Rosario, para que guíe y proteja a la Tierra Santa y a sus habitantes en estos tiempos difíciles. El Cardenal expresó sus "mejores deseos" a los fieles, exhortándolos a mantenerse firmes en la fe y en la esperanza de que, a través de la oración y la acción, se pueda construir un futuro de paz para todos.
Al concluir, el purpurado compartió la siguiente plegaria:
Oración por la paz
Señor Dios nuestro,
Padre de nuestro Señor Jesucristo
y Padre de toda la humanidad,
que, por la cruz de tu Hijo
y por el don de su propia vida
pagó un alto precio para destruir
el muro de la enemistad y la hostilidad
que separa a los pueblos y nos convierte a todos en enemigos:
envía a nuestros corazones
el don del Espíritu Santo
para que nos purifique de todo sentimiento
de violencia, odio y venganza,
que nos ilumine para comprender
la dignidad irreductible
de cualquier persona,
y nos inspire a trabajar
por un mundo de paz y reconciliación
en la verdad y en la justicia
en el amor y en la libertad.
Dios Todopoderoso y eterno,
las esperanzas de la humanidad
y los derechos de todos los pueblos
están en tus manos:
asiste con tu sabiduría a quienes nos gobiernan,
para que, con tu ayuda,
sean sensibles a los sufrimientos de los pobres
y a los que sufren las consecuencias
de la violencia y la guerra;
que promuevan en nuestra región
y en toda la tierra
el bien común y la paz duradera.
Virgen María, Madre de la Esperanza,
Obtén el don de la paz
por la Tierra Santa que te vio nacer
y para el mundo entero. Amén.