El Arzobispo de Santiago y presidente de la Conferencia Episcopal de Chile (CEC), Cardenal Francisco Javier Errázuriz Ossa, destacó tanto la grandeza como las inquietudes que suscitan los medios de comunicación social en la sociedad actual.
Con ocasión del Desayuno del Club de la Prensa de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC), el Primado de la Iglesia en Chile presentó ante los profesionales de la comunicación egresados de dicha casa de estudios y otros personajes del medio, la conferencia “Medios ¿sólo de comunicación social?”.
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Después de destacar que la comunicación constituía “un tema muy cercano a la Iglesia” ya que hay actos “comunicacionales” desde la historia del Pueblo de la Alianza, el Arzobispo analizó las múltiples dimensiones de la comunicación social destacando que los medios “han llegado a trascender la simple acción de vínculo para llegar a conformar una nueva cultura”.
“Las personas ya no se mueven sólo en un espacio tridimensional. La dimensión medial configura un nuevo espacio”, explicó el Cardenal.
Así, según el Arzobispo chileno, “los medios de comunicación no sólo informan y comunican; no sólo divierten y enseñan. Los medios presentan, comentan, seleccionan y hasta silencian la realidad. En muchas circunstancias la configuran, implantando criterios de valoración y de moralidad, y aun la alteran”. “No son sólo medios de comunicación social; también lo son de transformación social”, precisó.
Tras señalar que “los medios de comunicación han agregado a los hombres mucha información, pero no siempre han proveído de niveles similares de acercamiento y comprensión”, el presidente de la CEC precisó que “en el vértigo de la comunicación constante, siempre sometida a los requerimientos del tiempo, parece perderse ese sentido de ‘ser con otros’ para quedarse solamente en ‘ver, leer, oír o sentir junto a otros’”.
Uno de los problemas que resaltó el Cardenal Errázuriz fue el de la “excesiva información descontextualizada” que “dificulta la captación del trasfondo que la explica, y del mismo sentido de los juicios y los sucesos”.
“Se puede generar así en las personas un desconcierto que suele estar acompañado de una amplia incapacidad de tomar posición ante los hechos y los debates, de la consiguiente descalificación de sí mismas por no poder hacerlo, con la disminución de la autoestima que ello implica, y la instalación de una silenciosa indiferencia y de una profunda inestabilidad valórica”, apuntó.
“Giro copernicano” en las comunicaciones
Ante esta situación, el Cardenal propuso un “giro copernicano”, de modo que el comunicador “no considere como criterio dominante ni la realidad o la ficción que quiere comunicar, ni la voluntad del medio de instalar productos o cosmovisiones, ni de ser el más exitoso en números”, sino la "noción de servicio” que busca "el bien verdadero de quienes reciben la comunicación”.
En esta línea, el Arzobispo de Santiago presentó la tarea del comunicador social como una “misión apasionante” que exige un cauce ético imprescindible. “La labor comunicacional tiene que estar sellada por la ley fundamental que Dios inscribió en nuestra conciencia: Debemos hacer el bien y evitar el mal”.
Así, el Purpurado chileno defendió la necesidad de que el comunicador social se comprometa “con la verdad, con la transparencia y el debate, y con el bien común, como fundamentos de la edificación de la comunidad y como pilares de la comunicación, de modo que ésta aporte a la libertad inalienable de la persona humana, a su dignidad trascendente y a su vocación social”.