En la Audiencia General de este miércoles 25 de septiembre, el Papa Francisco continuó con su ciclo de catequesis sobre “El Espíritu y la Esposa”. Hoy, en concreto, reflexionó acerca de la ayuda que el Espíritu Santo ofrece en la lucha contra “el espíritu del mal”.

A continuación, la catequesis completa del Santo Padre:

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Queridos hermanos y hermanas, 

inmediatamente después de su bautismo en el Jordán, Jesús, “fue llevado por el Espíritu al  desierto para ser tentado por el diablo” (Mt 4,1), así dice el Evangelio de Mateo. La iniciativa no es de Satanás, sino de Dios. Al ir al  desierto, Jesús obedece a una inspiración del Espíritu Santo, no cae en una trampa del enemigo. Una vez  superada la prueba, Él – está escrito – regresó a Galilea “lleno del poder del Espíritu Santo” (Lc 4,14). 

Jesús en el desierto, se libró de Satanás y ahora puede liberar de Satanás. Esto es lo que destacan  los evangelistas con los numerosos relatos de liberación de obsesos. Dice Jesús a sus oponentes: “Si yo expulso los demonios por el Espíritu de Dios, entonces el reino de Dios ha llegado a ustedes” (Mt 12,27). 

Hoy asistimos a un extraño fenómeno relacionado con el diablo. A cierto nivel cultural, se cree que sencillamente no existe. Sería un símbolo del inconsciente colectivo, o de la alienación, en definitiva, una metáfora. 

Pero “el mayor truco del diablo es hacer creer  que no existe”, como escribió alguien (Charles Baudelaire). Es astuto, él nos hace creer que no existe, y así domina todo. Es listo. Sin embargo, nuestro mundo tecnológico y  secularizado está repleto de magos, ocultismo, espiritismo, astrólogos, vendedores de amuletos y hechizos  y, por desgracia, de verdaderas sectas satánicas. Expulsado de la puerta, el diablo ha vuelto a entrar,  podría decirse, por la ventana. Expulsado de la fe, vuelve a entrar con la superstición. Si tú eres supersticioso, inconscientemente  estás dialogando con el diablo. Con el diablo no se dialoga.

La prueba más fuerte de la existencia de Satanás no se encuentra en los pecadores ni en los  obsesos, ¡sino en los santos! Es cierto que el diablo está presente y activo en ciertas formas extremas e  “inhumanas” de mal y maldad que vemos a nuestro alrededor. Por esta vía, sin embargo, es prácticamente  imposible llegar, en casos particulares, a la certeza de que se trata efectivamente de él, ya que no podemos saber con precisión dónde termina su acción y donde comienza nuestra propia maldad. Por eso la Iglesia  es muy prudente y estricta en el ejercicio del exorcismo, ¡a diferencia de lo que ocurre, por desgracia, en ciertas películas!

 Es en la vida de los santos donde el demonio se ve obligado a salir a la luz, a ponerse “contra la luz”. Unos más, otros menos, todos los santos y grandes creyentes dan testimonio de su lucha contra esta oscura realidad, y no se puede suponer honestamente que todos ellos fueran unos ilusos o meras víctimas de los prejuicios de su época. 

La batalla contra el espíritu del mal se gana como la ganó Jesús en el desierto: a golpes de la  palabra de Dios. Jesús no dialoga con el demonio, nunca ha dialogado con el demonio, o lo expulsa o lo condena. Pero nunca dialoga. En el desierto no responde con su Palabra, sino con la Palabra de Dios. Hermanos, hermanas, nunca dialoguen con el diablo. Cuando viene con la tentación: “Sería bueno esto, sería bueno aquello otro…” Detente, alza tu corazón al Señor, reza a la Virgen y expúlsalo cómo Jesús nos ha enseñado a expulsarlo. 

San Pedro sugiere también otro  medio, que Jesús no necesitaba, pero nosotros sí, la vigilancia: “Sean sobrios, vigilen. Su enemigo, el  diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pe 5,8). Y San Pablo, por su  parte, amonesta: “No den ocasión al diablo” (Ef 4,27). 

Después de que Cristo, en la cruz, derrotara para siempre el poder del “príncipe de este mundo” (Jn 12,31), el diablo -decía un Padre de la Iglesia- “está atado, como un perro a una cadena; no puede morder a nadie, salvo a los que, desafiando el peligro, se acercan a él... Puede ladrar, puede apremiar,  pero no puede morder, salvo quien lo desee”.

Si tu eres un bobo y vas al diablo y dices “ay cómo estás”, te arruina. Con el diablo, distancia, con el diablo no se dialoga, se le expulsa. Distancia. Y todos nosotros, todos, tenemos experiencia de cómo el diablo se acerca con alguna tentación, tentación contra los 10 Mandamientos. Cuando sintamos esto detente, distancia, no acercarse al perro atado con una cadena. 

Por ejemplo, la tecnología moderna, además de muchos recursos positivos que hay que apreciar, también ofrece innumerables medios para “dar oportunidad al diablo”, y muchos caen en su trampa.  Pensemos en la pornografía en Internet, detrás de la cual hay un mercado muy floreciente. Lo sabemos todos, es el diablo el que trabaja allí. Se trata de un  fenómeno fuertemente extendido del que los cristianos deben, de todas formas, precaverse y rechazar  enérgicamente. Cualquier teléfono tiene acceso a esta fea brutalidad, a este lenguaje del demonio, la pornografía en la red. 

La concienciación de la acción del diablo en la historia no debe desanimarnos. El pensamiento final debe ser, también aquí, de confianza y seguridad. “Sólo con el Señor, vete de aquí”. Cristo ha vencido al diablo y nos ha dado el Espíritu Santo para hacer nuestra su victoria. La misma acción del enemigo puede volverse a nuestro favor, si con la ayuda de Dios la ponemos al servicio de nuestra purificación. Pidamos pues al Espíritu  Santo, con las palabras del himno Veni Creator: “Aleja de nosotros el enemigo, danos pronto la paz, contigo que nos haces de guía, evitaremos cada mal”. Estad atentos, que el diablo es listo, pero nosotros los cristianos, con la Gracia de Dios, somos más listos que él. Gracias.