La sangre de San Genaro se licuó una vez más hoy, día de su memoria litúrgica, antes de la Misa presidida por Mons. Domenico Battaglia, Arzobispo de Nápoles (Italia). “La sangre del Obispo Gennaro, no lo olvidemos nunca, siempre señala la sangre de Cristo, tanto la de Cristo como la de los pobres y los últimos en los que Cristo vive”, afirmó el arzobispo en su homilía.
Durante la procesión de entrada de la celebración eucarística, que tuvo lugar en la Catedral de Nápoles, Mons. Battaglia llevó consigo la ampolla que contiene la sangre del mártir del siglo IV, mostrándola a la feligresía presente que, entre expresiones de júbilo, comprobó el milagro que suele ocurrir tres veces al año: cada 19 de septiembre (aniversario de su martirio), el sábado anterior al primer domingo de mayo (en recuerdo de la traslación de sus restos a Nápoles) y cada 16 de diciembre (aniversario de su intervención para evitar los efectos de una erupción del volcán Vesubio en 1631).
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El arzobispo enfatizó que “cada gota de esta sangre nos habla del amor de Dios, del amor que es Dios”. En ese sentido, señaló que la muerte del santo fue “consecuencia de su fidelidad al Evangelio” y debido a “un amor que es más fuerte que la muerte, que la violencia, que cualquier poder”.
A pesar de lo extraordinario del recurrente milagro, Mons. Battaglia llamó a los presentes a no poner su esperanza en manifestaciones físicas, sino en Jesús, que nos llama a ocuparnos de los más vulnerables.
“Les ruego, no debemos preocuparnos si la sangre de esta reliquia se licúa o no, sino que debemos preocuparnos si corre por nuestras calles y en nuestro mundo la sangre de los desposeídos, los marginados, los últimos, los inocentes. La sangre del Obispo Gennaro, no lo olvidemos nunca, siempre señala la sangre de Cristo, tanto la de Cristo como la de los pobres y los últimos en los que Cristo vive”, señaló.
“Cualquier otra forma de interpretar este signo, de acercarse a esta reliquia, quizás buscando presagios futuros, nos llevaría fuera de camino, alejándonos del sendero que nuestro mártir ha trazado para nosotros y que desde hace siglos sigue señalando a nuestra Iglesia y a nuestra tierra, el sendero que conduce a la salvación, un sendero que tiene el perfume de lo absoluto y de la salvación, que despierta la conciencia de la sed del alma, que es sed de Dios, pero que al mismo tiempo es hambre de justicia, deseo de unidad, de comunión, de solidaridad fraterna”, agregó el arzobispo italiano.
En las ocasiones en las que la sangre no se licúa, como fue el caso del 16 de diciembre de 2020, es común entre los habitantes de Nápoles tomarlo como una señal de mal presagio.
El titular de la Arquidiócesis de Nápoles pidió no perder el foco en lo esencial: las enseñanzas del Evangelio que son la “brújula necesaria para vivir, para vivir plenamente, enfrentando con la cabeza en alto y con valentía los desafíos que cada época trae consigo, desafíos que interpelan nuestra humanidad, nuestra fe, la vida de nuestra ciudad y de toda la comunidad humana”.
A imagen del patrono de la ciudad, indicó que la vida solo tiene sentido cuando es entregada a Dios y a los demás, incluso a riesgo de perderla. “Solo una vida entregada hasta el final por amor y en el amor es digna de ser vivida”, comentó.
Por último, Mons. Battaglia aseguró que los cristianos no están llamados “a grandes gestos ni a obras extraordinarias” sino a formar un corazón capaz de “ver lo esencial cada día y actuar en consecuencia”.
“San Gennaro nos recuerda la importancia de quienes cuidan, luchan y esperan, desde los gestos cotidianos que generan auténticas revoluciones sociales. Nápoles, mi amada ciudad, no olvides nunca partir de lo esencial: la solidaridad, el cuidado mutuo, y la política entendida como un acto de amor al bien común. A partir de ahí, sigue construyendo un futuro más justo y pacífico, donde prevalezca el bien sobre el mal. Y, San Gennaro, no nos abandones jamás. Amén”, concluyó el arzobispo.