Mons. José Ignacio Munilla, obispo de Orihuela-Alicante (España), ofreció una profunda reflexión sobre la Eucaristía, señalando que al recibir el Cuerpo de Cristo, se establece un “cordón umbilical” que nos une íntimamente a Jesucristo.
“Yo creo que esta metáfora sirve: en esta vida estamos en el seno de la Iglesia, estamos unidos a Jesucristo con un cordón umbilical, que el día del parto, que va a ser el día de nuestra muerte, se cortará y entonces ya no lo necesitaremos, porque veremos a Jesucristo tal cual es. Allí ya no necesitaremos de la Eucaristía, pero aquí necesitamos de ese cordón umbilical que nos alimenta de Cristo”, expresó en una entrevista concedida a ACI Prensa.
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Mons. Munilla, durante el reciente Congreso Eucarístico Internacional de Quito 2024, reflexionó sobre importantes temas como el Corazón de Jesús, la Eucaristía y la transformación interior del hombre para alcanzar una fraternidad que cure las heridas del mundo.
Durante la entrevista a ACI Prensa confesó que, personalmente, el “cordón umbilical” que lo “mantiene unido a Jesucristo”, además de la Eucaristía, es que Dios le ha otorgado el don “de la perseverancia, con días de mayor consolación, con días en los que tienes tu desolación, pero perseverancia”.
“La perseverancia es muy importante, es clave, y ese don el Señor me lo ha podido conceder (…) Está bien también poder tener experiencias eucarísticas que reaviven nuestra fe, pero cuidado, me parece todavía más importante subrayar la perseverancia de vivir en Cristo. Creo que estamos en una cultura actualmente que es un poco proclive a tener una experiencia muy fuerte que luego se enfría”, explicó.
“La Eucaristía es el inicio de la transformación del mundo”
Mons. Munilla explicó que la Eucaristía tiene el poder de transformar profundamente la vida de una persona y, potencialmente, el mundo entero. “Todo comienza con la transformación del pan y el vino en el cuerpo y la sangre del Señor. Y a partir de ahí va cambiando las relaciones en todos los sentidos: relaciones sociales, matrimoniales, laborales. El mundo cambia si nosotros nos sumamos a la transformación de Jesucristo”.
Puso el ejemplo de alguien que, inicialmente, vivía y realizaba su trabajo de manera amargada, esperando sólo recibir su salario al final del mes. Sin embargo, al descubrir su verdadera vocación al trabajo, también descubría su vocación a la familia y a la vida pública. Aquellas personas con las que antes tenía dificultades en sus relaciones personales, aquellas que le mortificaban, dejaban de ser un obstáculo.
El prelado español aseguró que “lo que acontece en la Eucaristía es capaz de cambiar el mundo”, comparando su efecto con una fisión nuclear que desencadena una serie de transformaciones poderosas, un ejemplo que ya había sido destacado por el Papa Benedicto XVI en la exhortación apostólica Sacramentum Caritatis.
“Cuando ocurre una fisión nuclear, empiezan a concatenarse unas transformaciones que liberan una energía impresionante. Todo comienza con un átomo. Algo así pasa con la Eucaristía”, explicó.
Mons. Munilla agregó que si uno adora la Eucaristía, “sin duda alguna se está preparando para entender mejor lo que es el misterio eucarístico, de que Jesús está con nosotros”. “Jesús no es como un tren que pasa y se esfuma. No, Jesús se queda entre nosotros. Jesús está conmigo. Yo vivo en Cristo. La Eucaristía es vivir en Cristo”, subrayó.
El amor por la Eucaristía se introduce en la familia
Al referirse a la importancia de la familia en la vida sacramental, el obispo dijo: “Uno se introduce en la Eucaristía con la familia”. Recordó con cariño cómo sus padres hicieron que la Misa dominical fuera un momento especial: “Ellos tuvieron esa capacidad de hacer gozoso ese momento”. Y añadió: “Lo que aprendí de mi madre, cómo ella le hablaba a Jesús después de haber comulgado, vale más que todas las conferencias que escuches”.
En cuanto a la formación de los jóvenes en la fe, Mons. Munilla subrayó la importancia de encontrar un grupo en el que puedan compartir y crecer en su vida cristiana: “Es clave que los adolescentes vayan descubriendo su lugar de referencia en la vida de la Iglesia, su grupo de jóvenes con los que compartir la fe”.
Recordó además que durante su adolescencia él mismo encontró apoyo en un pequeño grupo de amigos: “Nos juntábamos los sábados por la mañana, leíamos las lecturas del domingo y nos las comentábamos entre nosotros. Eso era muy importante”.
En un mundo en el que “hace mucho frío espiritual”, Mons. Munilla subrayó la necesidad de que los jóvenes se apoyen mutuamente para no sentirse aislados o “bichos raros” por vivir su fe. “Las familias tienen que procurar que sus hijos se encuentren entre ellos y vayan formando amistades que les ayuden a tener puntos de referencia”, insistió.
3 consejos para acercarse con una fe más profunda al Santísimo Sacramento
En la entrevista, el obispo también compartió tres consejos a los fieles sobre cómo vivir con mayor profundidad la experiencia de la Eucaristía.
El primer consejo que dio es llegar a Misa con antelación. “No debemos acudir a Misa cuando ya ha empezado o justo cuando estamos comenzando nosotros mismos. Es muy bueno llegar cinco minutos antes, recogernos y ponernos en la presencia de Dios”, señaló. Mons. Munilla. También resaltó que es importante ser conscientes de que la Misa es un “encuentro personal con Dios” y que debemos prepararnos interiormente para vivir ese encuentro de manera plena.
Como segundo punto, Mons. Munilla aconseja que las lecturas de la Liturgia de la Palabra se mediten previamente. “Uno llega y escucha las lecturas por primera vez, pero si no las hemos leído con antelación, hay un gran riesgo de que no nos impacten, especialmente si se trata del Antiguo Testamento o de las cartas de San Pablo, que suelen requerir más tiempo para ser asimiladas”, explicó.
Finalmente, Monseñor Munilla hizo hincapié en un punto muchas veces olvidado: la importancia de la acción de gracias tras comulgar. "A veces, tras comulgar, hacemos una breve oración, recibimos la bendición y nos vamos. Nos marchamos con el Señor sin haber tenido un rato de intimidad con Él", lamentó.