Mons. Andrew Cozzens, Obispo de Crookston (Estados Unidos), afirmó que con su amor Dios transforma el sufrimiento y sana las heridas del ser humano, en su ponencia este 11 de septiembre en el Congreso Eucarístico Internacional en Quito (Ecuador).

“La Transfiguración nos revela que estamos llamados a ser un hijo o hija glorioso de Dios, y así como en su cuerpo resucitado, cada herida será transfigurada en gloria. Hermanos y hermanas, por eso Jesús nos da la Eucaristía”, indicó el prelado al iniciar su ponencia titulada “Eucaristía y transfiguración del mundo”.

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“¿Cuál es la respuesta de Dios a las heridas del mundo? Su respuesta es enviar a su Hijo a nuestro mundo roto. El propósito de la Encarnación es la Eucaristía, para poder ofrecer su vida por la sanación de nuestro mundo”, continuó el obispo durante su ponencia en inglés.

“Jesús redime el mundo a través de su misterio pascual. Y en la oscuridad de la muerte ofrece amor. Al hacerlo y a través de la cruz transforma esto en vida. El misterio pascual es el misterio más grande que tenemos porque transforma el mal en bien. Ese es el poder de la redención: No existe nada tan malo que no pueda ser tomado por Dios y convertido en algo bueno”.

El misterio del sufrimiento humano

Sobre este aspecto de la vida del hombre, el prelado estadounidense preguntó: “¿Por qué es que nuestro Señor no nos quitó el sufrimiento a las personas? Pudo haberlo hecho. ¿Por qué no eliminó el sufrimiento a través de su muerte y resurrección? La razón debe ser que Él sabía que el sufrimiento sería el lugar para expresar la mayor cantidad de amor”.

“Entonces el Señor no nos quitó el sufrimiento sino que entró en el sufrimiento y transformó el sufrimiento desde dentro e hizo posible que el sufrimiento se vuelva una fuerza de amor en el mundo. Este es el poder de la redención y este es el misterio al que la Eucaristía nos invita a participar cada día”.

En ese sentido, resaltó Mons. Cozzens, “la Eucaristía quiere enseñarnos cómo transformar o transfigurar el sufrimiento, para que nuestro sufrimiento pueda convertirse en un lugar de gloria”.

“¿Por qué Dios permite esto [el sufrimiento]? Sólo podría ser para que el amor del Creador pueda iluminar al mundo, para darle mayor gloria. Mientras más empecemos a vivir una vida eucarística, más podremos entender el significado y el valor de nuestro sufrimiento”.

El Obispo de Crookston advirtió luego sobre la tentación de “volverse sobre uno mismo” ante el sufrimiento, cuando “lo que nos pide el Señor es que nos volvamos a Él y veamos su sufrimiento, y que yo pueda volver a otros y ver su sufrimiento, para luego en mi corazón hacer una oración sencilla: ‘Señor yo acepto este sufrimiento por aquellos que sé que están sufriendo, por amor a ti y a otros’”.

El sufrimiento y la Misa

Mons. Cozzens destacó luego que “Jesús quiere escuchar nuestros sufrimientos, que le digamos cuánto nos duele, pero Él quiere mostrarnos cómo puede usar este sufrimiento para el bien”.

“Sin la Misa, como podría ser posible que mi aceptación de cierto sufrimiento pueda afectar a alguien más, como a alguien en Tierra Santa o Ucrania. En la Misa traigo mi sufrimiento ante al altar, ofrendado al Padre y así puede verter amor a todo el mundo”.

Por ello, subrayó el prelado, “la Eucaristía es el corazón del mundo porque a través de la Misa todos los sufrimientos del mundo pueden ofrecerse al Padre unidos a Jesús”.

3 testimonios de aceptación y ofrecimiento del sufrimiento

El Obispo de Crookston respondió luego a algunas preguntas de dos sacerdotes presentes en el Centro de Convenciones Metropolitano de Quito, y puso como ejemplo de aceptación y ofrecimiento del sufrimiento a la Santa Madre Teresa de Calcuta, al Apóstol San Pablo y al sacerdote jesuita Walter Ciszek, quien pasó muchos años en campos de trabajo forzado en Siberia y en prisiones soviéticas y cuya causa de beatificación se abrió en 2012.

Respecto al sacerdote, quien no podía ejercer su ministerio por estar en estos campos y que daba dirección espiritual a otros reclusos, pudo darse mejor a Dios cuando comprendió que su misión era ofrecer su sufrimiento.

Sobre la Madre Teresa, el prelado recordó que en una ocasión la santa había recogido a unas personas de la calle y “una de ellas estaba muriendo. La llevó a cenar y le limpió sus heridas y comenzó a enseñarle sobre el amor de Dios (…) Y al final dijo: ‘no es tan triste que haya sufrido toda mi vida, que esté por morir y acabo de aprender que mi sufrimiento tiene valor’”.

“Esta persona aprendió esto a través del amor de la Madre Teresa”, destacó. “Necesitamos descubrir que somos amados para dar nuestra vida”, agregó.