El 12 de octubre de 1989, San Juan Pablo II presidió una Misa durante su visita a Timor Oriental en el mismo lugar donde lo ha hecho hoy el Papa Francisco ante 600.000 fieles, casi equivalente al total de su población.
Aquel día, numerosos católicos emprendieron “largos y difíciles viajes” desde sus aldeas hasta llegar a la explanada de Taci Tolu, en los alrededores de la ciudad de Dili, cuando el país aún estaba bajo ocupación indonesia.
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Cabe destacar que, tras independizarse de Portugal en 1975, el país fue invadido en 1976 por las fuerzas indonesias, hasta el 20 de mayo de 2002, cuando finalmente declaró su independencia.
Actualmente, cerca del 98% de la población se identifica católica, el porcentaje más alto después de la Ciudad del Vaticano.
Una misma fe, 35 años después
Aunque casi 35 años separan ambos eventos, la fe y esperanza de Timor Oriental sigue manteniéndose en pie, a pesar de la violencia y de los “días oscuros” del pasado, tal y como recordó el Papa Francisco durante su discurso a las autoridades del país.
La zona de esta explanada, cubierta hoy de paraguas con los colores del Vaticano, es considerada de interés nacional por sus pintorescos paisajes y su rica biodiversidad.
El lugar se caracteriza por tres lagos salados — de los que toma su nombre —, una explanada y una playa, y alberga un famoso parque, designado “Parque de la Paz” por el Gobierno el 20 de mayo de 2002.
En recuerdo de la histórica visita de San Juan Pablo II, el gobierno erigió una capilla y una estatua de seis metros de altura del Santo polaco, que actualmente domina el límite occidental de la capital y se asoma sobre el mar.
El monumento fue inaugurado y bendecido el 14 de junio de 2008 por el Nuncio Apostólico en Indonesia y Timor Oriental, Mons. Leopoldo Girelli.
La historia narra que fue aquí donde los soldados indonesios arrojaron los cadáveres de muchos jóvenes durante la lucha por la independencia.
“Debéis mostraros dignos de vuestra vocación cristiana”
En su homilía aquel 12 de octubre, San Juan Pablo II aseguró que desde el inicio de su pontificado había seguido “con preocupación” la situación de los habitantes de Timor Oriental.
El entonces Papa animó a los fieles a responder a la llamada del Señor de ser “la sal de la tierra” y “la luz del mundo”.
“Vosotros, católicos de Timor Oriental, tenéis una tradición en la que la vida familiar, la cultura y las costumbres sociales están profundamente enraizadas en el Evangelio y esta tradición es una parte importante de vuestra identidad”, resaltó San Juan Pablo II.
Por ello, exhortó a los fieles a mostrarse dignos de su vocación cristiana, “que es una llamada a la santidad, a la oración, a la práctica de los sacramentos y a la abnegación, sin la cual es imposible ser discípulos”.