El Papa Francisco presidió una Misa este 10 de septiembre ante cerca de 600.000 personas en la explanada “Taci Tolu” de Dili, la capital de Timor Oriental, desde donde afirmó que el nacimiento de un bebé “no es más que una chispa reveladora de una luz aún más grande, porque en la raíz de toda vida está el amor eterno de Dios”.
Debido al fuerte sol y las altas temperaturas, la explanada se cubrió con miles de paraguas con los colores del Vaticano, diseñados especialmente para la visita del Santo Padre.
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12 horas esperando al Papa bajo el sol
El ambiente previo a la celebración Eucarística estuvo marcado por la alegría y fervor de los católicos del que hemos sido testigos durante los dos días que el Santo Padre lleva en Timor Oriental, uno de los países más católicos de Asia.
De hecho, muchos de ellos estuvieron esperando el inicio de la Misa y al Papa Francisco durante horas bajo el sol.
Es el ejemplo de Lareina Rosa Marcia Claver Da Cruz y Zuizina Abigael Maria Fatima de Jesus, dos amigas quienes han esperado desde las 4 de la mañana, cuando la Misa estaba programada para las 16.30 p.m. (hora local).
Las niñas, de 12 años, dijeron que la espera bajo el sol abrasador “merece totalmente la pena”.
Cabe destacar que el Gobierno del país ha concedido 3 días libres en el trabajo y en los colegios para que sus habitantes puedan asistir a los diferentes encuentros con el Papa Francisco.
Taci Tolu es una zona protegida en la costa, a 8 km al oeste de la capital, Dili, exactamente en la parte occidental de Comoro Suco, en el Distrito Capital.
El 12 de octubre de 1989, en esta misma explanada, San Juan Pablo II celebró una Misa con motivo de su viaje al país aún bajo ocupación indonesia.
Una “gran necesidad de conversión"
En su homilía, leída en español, el Papa Francisco reflexionó sobre la primera lectura, cuando el profeta Isaías se dirige al pueblo de Jerusalén para decirles que “un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado”.
El Santo Padre señaló que aquella época estaba marcada por una “gran decadencia moral”, donde el poder y la riqueza había cegado a los poderosos, “haciéndoles creer que se pueden bastar a sí mismos, que no necesitan al Señor; y su presunción los lleva a ser egoístas e injustos”.
En aquel momento, donde se extendía la infidelidad a Dios, según el Papa Francisco había “una gran necesidad de conversión, de misericordia y de sanación”.
“Ante un recién nacido, incluso el corazón más duro se conmueve y se llena de ternura”
Y fue entonces, con el nacimiento de Jesús, cuando Dios hizo “brillar su luz salvadora a través del don de un hijo”, recordó.
En este sentido, destacó que “el nacimiento de un niño es un momento luminoso, de alegría y de fiesta, que infunde en todos buenos deseos: de renovarse en el bien, de volver a la pureza y a la sencillez”.
“Ante un recién nacido, incluso el corazón más duro se conmueve y se llena de ternura, quien está desanimado encuentra esperanza, quien está resignado vuelve a soñar y a creer en la posibilidad de una vida mejor”, añadió.
También subrayó que la fragilidad de un niño “lleva consigo un mensaje tan fuerte que toca incluso los ánimos más endurecidos, trayendo consigo propósitos de armonía y serenidad. ¡Es maravilloso lo que pasa cuando nace un bebé!”, exclamó.
Y todo esto, continuó el Pontífice, “no es más que una chispa reveladora de una luz aún más grande, porque en la raíz de toda vida está el amor eterno de Dios, está su gracia, su providencia y el poder de su Palabra creadora”.
El Papa Francisco remarcó que Dios mismo se hizo hombre “para estar cerca de nosotros y para salvarnos”.
La invitación ante este misterio, para el Santo Padre, “no es sólo a asombrarnos y conmovernos, sino también a abrirnos al amor del Padre y a dejarnos modelar por Él”.
“Para que pueda sanar nuestras heridas, arreglar nuestras divergencias, poner orden en nuestra existencia, hasta que llegue a convertirse en el fundamento de nuestra vida personal y comunitaria, en todos los ámbitos”, señaló.
Más tarde, mostró su alegría por la presencia de tanta juventud y tantos niños en Timor Oriental, lo que definió como “un don inmenso”.
“No tengamos miedo de hacernos pequeños ante Dios”
El Papa Francisco también puso como ejemplo de “pequeñez” a la Virgen María, quien se hizo “cada vez más pequeña, sirviendo, rezando, desapareciendo para hacer lugar a Jesús”.
“No tengamos miedo de hacernos pequeños ante Dios y los unos frente a los otros; de perder nuestra vida, de dar nuestro tiempo, de reexaminar nuestros programas renunciando a lo que fuere necesario para que un hermano o hermana mejore y sea feliz”, exhortó el Santo Padre.
Llegando al término de su homilía, traducida en idioma tetun, el Papa Francisco habló del Kaibauk y el Belak, dos metales preciosos típicos de esa zona que simbolizan “la fuerza y ternura de Padre y de Madre”. Así, según el Pontífice, “manifiesta el Señor su realeza, hecha de caridad y misericordia”.
“Cada uno de nosotros, pidamos juntos, en esta Eucaristía, como hombres y mujeres, como Iglesia y como sociedad, saber reflejar en el mundo la luz potente y tierna del Dios del amor”, concluyó el Papa Francisco.
“Cuidado con los cocodrilos que quieren cambiarles la cultura”
Al finalizar la Misa, después de las palabras de agradecimiento del Arzobispo de Dili, el Cardenal Virgílio do Carmo da Silva, el Santo Padre improvisó unas palabras dirigidas a los católicos presentes.
Aseguró que “lo mejor de Timor Oriental” es su pueblo, y especialmente “la sonrisa de su pueblo”, sobre todo la de los niños.
Asimismo, les pidió “estar atentos a aquellos cocodrilos que quieren cambiarles la cultura, que quieren cambiarles la historia, manténganse fieles y no se acerquen a esos cocodrilos porque muerden, y muerden mucho”, advirtió.
“Les deseo la paz y que sigan teniendo muchos hijos, que la sonrisa de este pueblo sean sus niños”, concluyó el Papa Francisco.