El Papa Francisco dio un importante consejo a los sacerdotes para combatir la “tentación del poder”: “Amen la pobreza como su esposa”. Así lo dijo en su encuentro con los obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados, consagradas, seminaristas y los catequistas en la Catedral de la Inmaculada Concepción en Dili, la capital de Timor Oriental.

El Papa Francisco llegó a la catedral de Dili sobre las 9:30 a.m. (hora local) en la mañana de este martes 10 de septiembre, luego de realizar una emotiva visita a niños con discapacidad atendidos por religiosas católicas en la escuela ​​“Irmãs Alma”.

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Timor Oriental es el tercer de los cuatro países que visita el Papa Francisco en el marco de su viaje apostólico de 11 días a Asia y Oceanía, el más extenso de su pontificado. En días previos llegó a Indonesia y Papúa Nueva Guinea, y el 11 de septiembre partirá rumbo a Singapur.

En su mensaje, pronunciado en español, el Papa Francisco señaló que se ve en este viaje “como peregrino en las tierras de Oriente”, y resaltó que Timor Oriental “precisamente porque está en los confines se encuentra en el centro del Evangelio”, pues “sabemos bien que en el corazón de Cristo las periferias de la existencia se encuentran en el centro”.

“Yo tambien vengo de los confines el mundo, pero ustedes más que yo”, añadió, en palabras improvisadas.

“Esta es una paradoja que tenemos que aprender”, subrayó, saliéndose por un instante del mensaje que tenía preparado, “en el Evangelio los confines son el centro”.

“Una Iglesia que no tiene capacidad de confines y que se esconde en el centro es una Iglesia muy enferma”, dijo, añadiendo: “Gracias por estar en los confines”.

El Santo Padre indicó que “pensando en los esfuerzos de ustedes, en los desafíos que tienen que enfrentar” de los católicos en Timor Oriental “se me vino a la mente un pasaje muy sugestivo del Evangelio de san Juan, que nos narra una escena tierna e íntima que tuvo lugar en la casa de los amigos de Jesús; Lázaro, Marta y María”.

“En cierto momento, durante la cena, María ‘tomando una libra de perfume de nardo, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume’”, recordó el Papa.

“María ungió los pies de Jesús y ese perfume se difundió en la casa. Sobre esto quisiera detenerme con ustedes: el perfume, el perfume de Cristo, el perfume de su Evangelio, es un don que ustedes tienen, un don que se les dio gratuitamente pero que tienen que custodiar y que todos juntos estamos llamados a difundir”, señaló.

“Custodiar el perfume”

Al reflexionar sobre lo que significa “custodiar el perfume”, el Papa destacó que “siempre necesitamos volver al origen del don recibido, de nuestro ser cristianos, sacerdotes, religiosos o catequistas (...) Hemos sido ungidos —somos ungidos— con el óleo de la alegría y el apóstol Pablo escribe: ‘Nosotros somos la fragancia de Cristo al servicio de Dios’”.

“¡Ustedes son el perfume de Cristo!”, resaltó el Papa, destacando que “este símbolo no les es ajeno” en Timor Oriental, pues en ese país “crece en abundancia el sándalo, cuya madera desprende una fragancia altamente valorada y buscada por otros pueblos y naciones”.

“Como un árbol de sándalo, siempre verde, fuerte, que crece y produce frutos, también ustedes son discípulos misioneros perfumados por el Espíritu Santo para impregnar la vida del santo pueblo fiel de Dios”, aseguró.

“Debemos custodiar el amor con el que el Señor ha perfumado nuestra vida para que no se disipe ni pierda su aroma”, precisó.

El Papa alentó en base a esta reflexión a “ser conscientes del don recibido, recordando que el perfume no sirve para nosotros mismos sino para ungir los pies de Cristo, anunciando el Evangelio, sirviendo a los pobres; significa vigilar sobre nosotros mismos, porque la mediocridad y la tibieza espiritual siempre están al acecho”.

“Lo peor que puede suceder a las mujeres y a los hombres de Iglesia es caer en la mundanidad, en la mundanidad espiritual. Estén atentos, observen ese perfume que nos da tanta vida”, exhortó.

El Santo Padre animó además a alimentar siempre “la llama de la fe”, pidiéndole a los obispos, sacerdotes y religiosos, así como a los diáconos y catequistas, que “no dejen de profundizar la doctrina del Evangelio, no dejen de madurar en la formación espiritual, catequética y teológica”.

“Todo esto es necesario para anunciar el Evangelio en esta cultura vuestra y, al mismo tiempo, purificarla de formas y tradiciones arcaicas y, a veces, supersticiosas”.

“La predicación de la fe tiene que inculturarse en la cultura de ustedes, y la cultura de ustedes tiene que ser evangelizada, y esto vale para todos los pueblos”, añadió, advirtiendo que “una Iglesia que es incapaz e inculturar la fe, es incapaz de expresar la fe en los valores propios de esa tierra, será una iglesia eticista y sin fecundidad”.

“Difundir el perfume”

Luego el Papa Francisco reflexionó sobre el significado de “difundir el perfume”, y señaló que “la Iglesia existe para evangelizar, y nosotros estamos llamados a llevar a los demás el dulce perfume de la vida, la vida nueva del Evangelio”.

“La evangelización se hace posible cuando nos atrevemos a ‘romper’ el frasco que contiene el perfume; romper el ‘caparazón’ que frecuentemente nos encierra en nosotros mismos y salir de una religiosidad mediocre, cómoda, vivida sólo para necesidad personal”, dijo.

El “perfume del Evangelio”, destacó, es “un perfume de reconciliación y de paz después de los sufridos años de la guerra; un perfume de compasión, que ayude a los pobres a levantarse y suscite el compromiso de mejorar la suerte económica y social del país; un perfume de justicia contra la corrupción”.

“Estén atentos”, advirtió, pues “muchas veces la corrupción puede entrar en nuestras comunidades, en nuestras parroquias”.

Luego, señaló que “de manera especial, el perfume del Evangelio necesita ser difundido contra todo aquello que humilla, aquello que degrada y que incluso destruye la vida humana; contra las plagas que generan vacío interior y sufrimiento, como son el alcoholismo, la violencia y la falta de la mujer”, expresó.

El Santo Padre destacó el testimonio que las religiosas “dan frente a la falta de respeto a la mujer”, pues “las mujeres son lo más importante de la Iglesia, porque toman cuidado de los más necesitados, los curan, los acompañan”.

“Hermanas, sean madres del pueblo de Dios, anímense a parir comunidades, sean madres”, animó.

El Papa Francisco frente a la “tentación del poder”: “El diablo entra siempre por los bolsillos”

El Papa también pidió a los obispos y sacerdotes no sentirse “superiores al pueblo”, pues “ustedes vienen del pueblo, nacieron de madres del pueblo, crecieron con el pueblo. No olviden la cultura del pueblo que han recibido, no son superiores”.

“¿Saben cómo empieza la tentación del poder? Mi abuela me decía: el diablo entra siempre por los bolsillos”, alertó.

“Por favor, no piensen en el ministerio como en un prestigio social. El ministerio es un servicio, y si alguno de ustedes no se siente servidor el pueblo vaya a pedir consejo a algún sabio sacerdote para que lo ayude a tener esta dimensión tan importante”, aconsejó.

“El sacerdote es un instrumento de bendición. Jamás, jamás, el sacerdote debe aprovecharse de su oficio, sino que siempre debe bendecir, consolar, ser ministro de compasión y signo de la misericordia de Dios”.

“Y quizás el signo de qué es todo esto es el cura pobre. Amen la pobreza como su esposa”, alentó.

“Dejémonos acompañar por el Señor, con espíritu de pobreza y con espíritu de servicio”, añadió, concluyendo con un pedido para los presentes: “Les pido que no se olviden de rezar por mí. Pero recen a favor, no en contra”.

Al concluir su encuentro con los obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados, consagradas, seminaristas y los catequistas de Timor Oriental, el Papa Francisco se dirigió a la Nunciatura Apostólica, donde sostendrá un encuentro privado con los miembros de su orden, la Compañía de Jesús (Jesuitas).