Tras celebrar la Misa de forma privada en la Nunciatura Apostólica en Port Moresby, la capital de Papúa Nueva Guinea, el Papa Francisco sostuvo este lunes 9 de septiembre (hora local) —cuarto y último día de su visita al país— un encuentro con los jóvenes en el estadio Sir John Guise. Ahí, en un discurso mayormente improvisado, el Santo Padre les aseguró que “en la vida lo importante no es no caer, sino no permanecer caídos”.

El Santo Padre llegó alrededor de las 9:30 a.m. al estadio, al que llegaron unos 10.000 jóvenes.

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En su mensaje de bienvenida, Mons. John Bosco Auram, Obispo de Kimbe y obispo adjunto para los jóvenes, le aseguró al Papa que “su presencia nos fortalece y nos anima, nos da esperanza y nos desafía a ser auténticos testigos de una vida juvenil redimida”.

Luego, el Papa Francisco escuchó los testimonios de tres jóvenes: Patricia Harricknen-Korpok, Ryan Vulum y Bernadette Turmoni.

Las preocupaciones de los jóvenes en Papúa Nueva Guinea

Patricia Harricknen-Korpok, la primera joven en compartir su testimonio, expresó su preocupación por la presión que ejerce “la atracción del mundo secular y los numerosos valores y creencias religiosas” sobre la “fe y moral católica”. A pesar de ello, afirmó que “nos desafiamos a seguir siendo una luz y una voz para la fe católica en Papúa Nueva Guinea”.

Los jóvenes en el país, aseguró, trabajan “bien común y por el bienestar de nuestro pueblo, especialmente por aquellos que no tienen voz o que se encuentran en los márgenes de la sociedad”.

Ryan Vulum, a su turno, destacó la problemática de vivir en “familias rotas o con altas expectativas”. Según Vulum, muchos “encuentran muy difícil comunicarse con sus padres, ya que no están juntos o están separados”.

Como resultado de esto, señaló que un gran número de ellos “recurren al consumo de sustancias nocivas”. Por ello, animó  “a todas las parejas católicas de Papúa Nueva Guinea a recibir y perseverar en el sacramento del matrimonio para que puedan convertirse en familias fuertes, y así los jóvenes se sientan seguros y puedan vivir mejor”.

Bernadette Turmoni, otra joven participante, abordó el grave problema del abuso dentro de las familias. Afirmó que este mal “destruye la vida de los jóvenes, tanto hombres como mujeres”, y subrayó que las víctimas se sienten “no amadas, pierden la esperanza y pueden llegar a situaciones extremas como el suicidio o el abandono de sus familias”.

También cuestionó la creciente pobreza en el país, señalando que, a pesar de ser rico en recursos minerales, “la pobreza está en aumento”, lo que genera “razones por las que los jóvenes abandonan sus estudios y recurren a actividades ilegales.

La joven concluyó su intervención haciendo un especial encargo al Papa Francisco: “Por favor, rece por nosotros, Santo Padre”.

Los jóvenes, “la esperanza del futuro”

El Santo Padre les aseguró a los jóvenes que “no quería irme de aquí sin encontrarme con ustedes, porque ustedes son la esperanza del futuro”.

Para abordar las preguntas de “¿Cómo se construye el futuro? ¿Qué sentido queremos darle a nuestra vida?”, el Papa se refirió al relato bíblico, contenido en el Génesis, de la Torre de Babel. “En él vemos que se contraponen dos modelos, dos modos opuestos de vivir y de construir la sociedad. Uno lleva a la confusión y a la dispersión, mientras el otro, a la armonía del encuentro con Dios y con los hermanos”, dijo.

Los hombres “creyeron que podían dejar de lado a Dios, que podían construir una sociedad sin Él”, señaló el Santo Padre, indicando a continuación que “entonces, sus lenguas fueron confundidas, se creó el desorden, no hubo posibilidad de comunicación entre sí y abandonaron el proyecto”.

“Sin Dios, sin encontrar en Él un ‘lenguaje’ que nos una y nos mantenga en conexión, nos dispersamos, cada uno piensa sólo en sí mismo y en sus propias necesidades. Y es así como prevalecen el aislamiento, la confusión, el desorden y el conflicto”, señaló.

El Santo Padre expresó su deseo de que todos los jóvenes “hablen el lenguaje más profundo”, el del amor.

“El Señor nos ha creado para tener una buena relación con los demás”, indicó. “No nos ha creado para la confusión sino para tener buenas relaciones, y esto es muy importante”.

El Papa indicó a continuación que si bien el odio se contrapone al amor, “hay algo aún más feo que el odio: la indiferencia hacia los demás”.

“La indiferencia es una cosa muy fea, porque tú dejas a los otros en el camino, no te interesas de ayudar a los demás”, dijo, alentando a los jóvenes a “tener la inquietud del corazón de cuidar de los demás”

Además subrayó que “hay una relación muy importante en la vida del joven: es la cercanía a los abuelos”, y pidió gritar a todos: “¡Que vivan los abuelos!”.

“En la vida todos podemos caer”

Dejando de lado una gran parte del discurso que tenía preparado, el Papa se dirigió nuevamente a los jóvenes: “¿un joven puede equivocarse? ¿Y una persona puede equivocarse? ¿Y un viejo como yo, puede equivocarse?”. Ante la respuesta afirmativa de los miles de asistentes al encuentro, el Papa señaló: “Sí, todos podemos equivocarnos, todos”.

“Pero lo importante es darse cuenta del error”, precisó, pues “nosotros no somos Superman” y “podemos equivocarnos”.

“En la vida todos podemos caer, todos”, reiteró.

El Papa Francisco recordó que “hay una canción muy bonita que me gustaría que ustedes aprendieran”, que “dice así”: “En el arte de subir, lo que importa no es no caer sino no permanecer caídos”.

“Y si tú ves a un amigo, a un compañero” que ha caído, continuó, “tienes que mirarlo y ayudarlo a levantarse”.

“Nosotros solamente en una situación de la vida podemos mirar de arriba hacia abajo al otro: para ayudarlo a levantarse”, dijo.

Al concluir, el Santo Padre reiteró a los jóvenes que “en la vida lo importante no es no caer, sino no permanecer caídos”.

Al final, asegurando a los jóvenes que reza por ellos, les pidió que “recen por mí, porque este trabajo no es fácil”.

“Muchas gracias por su presencia, muchas gracias por su esperanza”, expresó.

Al concluir el encuentro, el Papa Francisco dio su bendición y se dirigió al aeropuerto internacional de Port Moresby, desde donde partirá rumbo a Timor Oriental, el tercer país que visitará en este viaje apostólico de 11 días a Asia y Oceanía, el más extenso de su pontificado.