El Papa Francisco mantuvo un encuentro este 7 de septiembre en el Santuario de María Auxiliadora de Port Moresby con los Obispos de Papúa Nueva Guinea y de las Islas Salomón, así como sacerdotes, diáconos, consagrados y consagradas, seminaristas y catequistas.

En su discurso, el Santo Padre recordó que él fue bautizado en la parroquia de María Auxiliadora de Buenos Aires, en Argentina, y señaló que este santuario “puede ser un  símbolo también para nosotros, sobre todo si hacemos referencia a tres aspectos de nuestro camino cristiano y misionero: la valentía de empezar, la belleza  de existir y la esperanza de crecer”

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La valentía de empezar

En primer lugar, el Papa Francisco recordó que los misioneros llegaron a este país a mediados del siglo XIX “y los primeros pasos de su labor  no fueron fáciles; de hecho, algunos intentos fracasaron”. 

“A pesar de eso no se rindieron, sino que con gran  fe y celo apostólico continuaron predicando el Evangelio y sirviendo a sus hermanos y hermanas,  recomenzando muchas veces a partir de los fracasos y pasando por muchos sacrificios”, señaló.

Estos misioneros, según el Pontífice, “han contribuido a llevar el Evangelio entre ustedes, con una riqueza multicolor de carismas,  animados por el mismo Espíritu y por la misma caridad de Cristo”.

“Aun a pesar de los desafíos que no faltan hoy en día, seguimos adelante, sin miedo, sabiendo que no estamos solos, porque es el Señor quien actúa en nosotros  y con nosotros”, destacó.

A continuación, invitó a los presentes a salir a las periferias de este país y a llegar “a las personas de los  sectores más desfavorecidos de las poblaciones urbanas, así como a aquellas que viven en las zonas más  remotas y abandonadas, donde a menudo falta lo indispensable”. 

“Pienso también en las personas marginadas  y heridas, tanto moral como físicamente, a causa de los prejuicios y las supersticiones, en ocasiones, hasta  el punto de arriesgar la propia vida”, añadió.

La belleza de existir

El Santo Padre señaló que todos deben estar motivados “por el deseo de que el  mundo entero conozca el Evangelio y de compartir con nosotros la fuerza y la luz”.

“Si nos estimamos y nos respetamos unos a otros, y si nos ponemos al servicio de los demás, podemos mostrarles  a ellos, y a cualquier persona que nos encontremos, lo hermoso que es seguir juntos a Jesús y anunciar su  Evangelio”.

La belleza de existir, por tanto, “no se experimenta tanto en los grandes acontecimientos y momentos  de éxito, sino más bien en la lealtad y el amor con que nos esforzamos por crecer juntos cada día”, expresó.

La esperanza de crecer  

El Papa Francisco remarcó que, aunque las acciones pueden parecer minúsculas, como un granito de mostaza, “si tenemos confianza y no nos  cansamos de esparcirlas, brotarán por la gracia de Dios, darán una cosecha abundante”. 

“Sigamos evangelizando, con paciencia, sin dejarnos desanimar por las dificultades y las incomprensiones,  ni siquiera cuando éstas surjan donde menos quisiéramos encontrarlas; por ejemplo, en la familia”, señaló a continuación.

Por último, les animó a ser “testigos de la valentía, la belleza y la esperanza”. “Les doy las gracias por lo que hacen, los bendigo a todos  de corazón y les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí”, concluyó.