Ofrecemos la versión oficial en español facilitada por el Vaticano del discurso del Papa Francisco dirigido a los participantes en el encuentro interreligioso que ha tenido lugar en la mezquita Istiqlal en Yakarta (Indonesia), en el curso de su viaje apostólica a Asia y Oceanía.

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Queridos hermanos y hermanas, buenos días.

Me siento feliz de estar aquí, junto con todos ustedes, en la mezquita más grande de Asia. Saludo al Gran Imán y le agradezco las palabras que me ha dirigido, recordando que este lugar de culto y de oración es también “una gran casa para la humanidad”, en la que cada uno puede entrar para hacer una pausa consigo mismo, dar espacio a ese anhelo de infinito que lleva en el corazón, buscar el encuentro con lo divino y experimentar la alegría de la amistad con los demás.

Me agrada recordar que esta mezquita fue diseñada por el arquitecto Friedrich Silaban, que era cristiano y ganó el concurso. Esto prueba que en la historia de esta nación y de la cultura que aquí se respira, la mezquita, como también los demás lugares de culto, son espacios de diálogo, de respeto recíproco, de convivencia armoniosa entre las religiones y las diferentes sensibilidades espirituales. Este es un gran regalo, que están llamados a cultivar cada día, para que la experiencia religiosa sea punto de referencia para una sociedad fraterna y pacífica y nunca motivo de incomprensión y de choque.

A este respecto cabe mencionar la construcción de un túnel subterráneo ―el túnel de la amistad―, que comunica la Mezquita Istiqlal con la Catedral de Santa María de la Asunción. Se trata de un signo elocuente, que permite que estos dos grandes lugares de culto estén no sólo “uno frente al otro”, sino también “comunicados” entre sí. En efecto, este pasaje permite un encuentro, un diálogo, una posibilidad real de «descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de mezclarnos, de encontrarnos […], de participar de esa marea algo caótica que puede convertirse en una verdadera experiencia de fraternidad,en una caravana solidaria, en una santa peregrinación» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 87). Los animo a continuar por este camino: que todos, todos juntos, cultivando cada uno la propia espiritualidad y practicando la propia religión, podamos caminar en la búsqueda de Dios y contribuir a construir sociedades abiertas, cimentadas en el respeto recíproco y en el amor mutuo, capaces de aislar las rigideces, los fundamentalismos y los extremismos, que son siempre peligrosos y nunca justificables.

En esta perspectiva, simbolizada por el túnel subterráneo, quisiera dejarles dos consignas, para impulsar el camino de la unidad y de la armonía que ya han iniciado.

La primera es ver siempre en profundidad, porque solamente así se puede encontrar lo que une, más allá de las diferencias. En efecto, mientras en la superficie se encuentran las áreas de la mezquita y de la catedral, bien delimitadas y frecuentadas por sus respectivos feligreses, bajo la tierra, a lo largo del túnel, esas mismas personas diferentes se encuentran y pueden acceder al mundo religioso de los otros. Esta imagen nos recuerda algo importante: que los aspectos visibles de las religiones ―los ritos, las prácticas, etc.― son un patrimonio tradicional que hay que proteger y respetar; pero lo que está “debajo”, lo que corre bajo tierra, como el “túnel de la amistad”, podríamos decir la raíz común de todas las sensibilidades religiosas es una sola: la búsqueda del encuentro con lo divino, la sed de infinito que el Altísimo ha puesto en nuestro corazón, la búsqueda de una alegría más grande y de una vida más fuerte que la muerte, que anima el viaje de nuestras vidas y nos impulsa a salir de nosotros mismos para ir al encuentro de Dios. Recordemos esto: mirando en profundidad, percibiendo lo que fluye en lo más íntimo de nuestra vida, el deseo de plenitud que vive en lo más profundo de nuestro corazón, descubrimos que todos somos hermanos, todos peregrinos, todos en camino hacia Dios, más allá de lo que nos diferencia.

La segunda invitación es cuidar las relaciones. El túnel fue construido de una parte a la otra para crear una conexión entre dos lugares diferentes y alejados. Esto es lo que hace el pasaje subterráneo: conecta, crea un enlace. A veces pensamos que el encuentro entre las religiones se trate de una cuestión que tiene que ver sólo con buscar, a toda costa, puntos en común entre las diferentes doctrinas y confesiones religiosas. En realidad, puede pasar que un planteamiento de ese tipo termine por dividirnos, porque las doctrinas y los dogmas de cada experiencia religiosa son diferentes. Lo que realmente nos acerca es crear una conexión entre nuestras diferencias, ocuparnos de cultivar lazos de amistad, de atención, de reciprocidad. Son relaciones en las que cada uno se abre al otro, en los que nos comprometemos a buscar juntos la verdad, aprendiendo de la tradición religiosa del otro; ayudándonos en las necesidades humanas y espirituales. Son vínculos que nos permiten trabajar juntos, caminar unidos en la consecución de algún objetivo, en la defensa de la dignidad del hombre, en la lucha contra la pobreza, en la promoción de la paz. La unidad nace de los vínculos personales de amistad, del respeto recíproco, de la defensa mutua de los espacios y las ideas ajenas. Ojalá que puedan siempre cuidar de ello.

Queridos hermanos y hermanas, “promover la armonía religiosa para el bien de la humanidad” es la inspiración que estamos invitados a seguir y que le da también título a la Declaración conjunta preparada para esta ocasión. En ella asumimos con responsabilidad las grandes, y algunas veces, dramáticas crisis que amenazan el futuro de la humanidad, particularmente las guerras y conflictos, desafortunadamente alimentados también por las instrumentalizaciones religiosas; pero también la crisis medioambiental, que se ha convertido en un obstáculo para el crecimiento y la convivencia de los pueblos. Y ante este escenario, es importante que los valores comunes a todas las tradiciones religiosas se promuevan y se refuercen, ayudando a la sociedad a «erradicar la cultura de la violencia y de la indiferencia» (Declaración conjunta de Istiqlal) y a promover la reconciliación y la paz.

Les agradezco este camino común que llevan adelante. Indonesia es un gran país, un mosaico de culturas, etnias y tradiciones religiosas; una riquísima diversidad que se refleja también en la variedad del ecosistema y del ambiente circundante. Y si es cierto que poseen la mina de oro más grande del mundo, sepan que el tesoro más valioso es la voluntad de que las diferencias no sean motivo de conflicto, sino que se encuentren armónicamente en la concordia y el respeto recíproco. La armonía, es esto que hacen ustedes. No pierdan este don. No vayan a perder nunca esta riqueza tan grande, es más, cultívenla y transmítanla sobre todo a los jóvenes. Que nadie ceda al atractivo del integrismo y de la violencia; que, en cambio, todos estén fascinados con el sueño de una sociedad y de una humanidad libre, fraterna y pacífica.

Gracias, gracias por su sonrisa gentil, que esplende siempre en sus rostros, y que es signo de vuestra belleza y apertura interior. Que Dios les conceda este don. Con su ayuda y su bendición vayan adelante, Bhinneka Tunggal Ika, unidos en la diversidad. Gracias.

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Saludo del Santo Padre en el Túnel de la Amistad

Queridos hermanos y hermanas:      

Los felicito a todos por este “Túnel de la Amistad”, que quiere ser un lugar de diálogo y de encuentro.

Si pensamos en un túnel, fácilmente imaginamos un recorrido oscuro que puede darnos miedo, especialmente si estamos solos. Aquí en cambio es diferente, porque todo está iluminado. No obstante, la luz que lo alumbra son ustedes, con su amistad, con la concordia que cultivan, con el apoyo mutuo y con su caminar juntos que los conduce, al final del camino, hacia la luz plena.

Nosotros creyentes, que pertenecemos a diferentes tradiciones religiosas, tenemos un papel que desempeñar: ayudar a todos a atravesar el túnel con la mirada dirigida hacia la luz. Así, al final del recorrido, en quien ha caminado junto a nosotros se puede reconocer a un hermano, a una hermana, con quien compartir la vida y sostenerse mutuamente.

A las numerosas señales de amenaza, a lo tiempos oscuros, contraponemos el signo de la fraternidad que, acogiendo al otro y respetando su identidad, lo exhorta a un camino común, hecho entre amigos, y que conduce hacia la luz.

Gracias a todos aquellos que trabajan convencidos de que se puede vivir en armonía y en paz, conscientes de la necesidad de un mundo más fraterno. Me gustaría que nuestras comunidades pudieran estar cada vez más abiertas al diálogo interreligioso y sean un símbolo de la coexistencia pacífica que caracteriza a Indonesia.

Elevo mi oración a Dios, Creador de todos, para que bendiga a todos aquellos que atravesarán este Túnel en espíritu de amistad, armonía y fraternidad. ¡Gracias!