Al término de la Audiencia General de ayer, el Papa Francisco saludó a Letsile Tebogo, el joven de Botswana que se ha convertido en el hombre más rápido del mundo tras ganar el oro en los 200 metros lisos en París.
Las olimpiadas celebradas el mes de julio en la capital francesa continúan dejando historias que merecen ser contadas. Ejemplo de ello es el curioso encuentro que tuvo lugar ayer en la Plaza de San Pedro.
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Tebogo, de 21 años, pudo saludar al Santo Padre, a quien hizo un pedido especial: que firmara las zapatillas con las que había corrido en París y en las que grabó la fecha de nacimiento y las iniciales de su madre, Elizabeth Seratiwa, fallecida poco antes de la competición, el pasado 18 de mayo.
El joven atleta, quien en la final venció a Noah Lyles, el americano que ganó la medalla de oro en 100 metros, contó al Papa Francisco que su madre, quien murió tras luchar contra un cáncer de mama, era muy creyente.
El Santo Padre, después de escuchar su historia y darle la enhorabuena por su medalla, firmó y bendijo las zapatillas naranjas.
El velocista africano, que tras el fallecimiento de su madre quiso dejar el deporte, pidió también al Pontífice que rezara por el alma de Elizabeth y afirmó que compitió por ella.
En Botswana, el país de Tebogo, es normal que los niños y jóvenes corran sin zapatillas. Ahora, al vencer el oro olímpico, desea concienciar al mundo sobre esta realidad.
El velocista participó en la Audiencia General en la que el Papa Francisco reflexionó sobre la situación actual de los migrantes y advirtió que rechazarlos es “un pecado grave”.
Gracias a Athletica Vaticana, otros medallistas olímpicos como la ucraniana Anna Ryžykova, que ganó bronce en París en el 4×400, pudieron saludar también al Papa Francisco.