El 25 de agosto se realizó el Maratón de la Ciudad de México, un evento que reunió a unos 30.000 corredores. Entre ellos destacó la participación de Mons. Carlos Enrique Samaniego López, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de México, quien con una camiseta que proclamaba “Cristo Vive”, completó los 42.195 kilómetros de la carrera.
La carrera, que comenzó en el Estadio Olímpico Universitario, al sur de la ciudad y atravesó puntos emblemáticos de la capital del país, fue para el obispo una “gran experiencia en la que he podido integrar la salud física y espiritual”.
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Mons. Samaniego López, de 50 años de edad, compartió con ACI Prensa que, a causa de algunas lesiones había dejado de practicar deporte, pero durante la pandemia decidió retomar la actividad física: “Al principio sólo pude un minuto, pero minuto a minuto llegué a correr una hora, y luego dos”.
En 2023 intentó completar la ruta del medio maratón de 21 kilómetros, pero una lesión en la rodilla lo obligó a detenerse después de 10 kilómetros. Sin embargo, lejos de rendirse, indicó que este año volvió a intentarlo y completó el medio maratón “sin gran esfuerzo”. Dos meses después, logró alcanzar la meta del maratón completo de 42 kilómetros.
En el aspecto espiritual, el prelado destacó que hacer ejercicio permite a la persona conectar “con su intimidad más profunda, en donde está Dios”.
La experiencia de la carrera, afirmó, “me ha motivado profundamente a enfrentar el maratón más importante, que es el de recorrer el camino de la vida”.
📌El dolor es pasajero y la gloria es eterna. Nuestra verdadera meta es la santidad.
— Arquidiócesis Primada de México (@ArquidiocesisMx) August 25, 2024
Este es el mensaje de nuestro obispo auxiliar, Mons. Carlos Enrique Samaniego López , quien corrió este domingo el @MaratonCDMX .
¡Cristo vive en medio de nosotros!🏃♂️🥇 pic.twitter.com/b1oRPiYV0Z
El prelado subrayó que el camino al cielo está lleno de “obstáculos y pendientes”, pero se guía por aquellos que ya lo han logrado, como “los santos, quienes han corrido por una corona que no se marchita”.
“No cabe duda de que no somos sólo cuerpo o sólo alma, somos ‘espíritus encarnados’ cuyo principio vital es Dios. Somos templos del Espíritu Santo y, por ello, hay que cuidar el cuerpo y respetar el cuerpo de los demás porque ahí está Dios”, añadió Mons. Samaniego López.
Su motivación: “Alguien en el cielo está orgulloso de ti”
Mons. Samaniego López compartió varias razones que lo impulsaron a retomar el ejercicio y prepararse para las competiciones.
Durante el maratón, una frase que lo inspiró fue: “Alguien en el cielo está orgulloso de ti”. Señaló que esta frase le ayudó a recordar que “Dios y mis papás me esperan en la meta”.
El obispo también destacó que, además de su familia, la “amistad sacerdotal y la experiencia de subir montañas y correr con los jóvenes” fueron motores importantes para su disciplina en el entrenamiento.
También mencionó a Mons. Rodrigo Aguilar, Obispo de 72 años de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas, en Chiapas, como una gran fuente de inspiración.
“Me motivó mucho con su testimonio, porque cuando nos reunimos los obispos en asamblea, no deja de levantarse temprano para correr y prepararse así para los maratones que ha logrado”, comentó Mons. Samaniego López.
¿Cómo prepararse espiritualmente para correr un maratón?
Mons. Samaniego resaltó que, además de la preparación física, es esencial prepararse espiritualmente para una carrera de alto rendimiento.
Recomendó “ofrecer el entrenamiento y la fatiga por algunas necesidades o personas concretas” como una forma de dedicación espiritual.
También sugirió escuchar contenido religioso durante las largas distancias, mencionando que él opta por “mensajes del Papa en audio o la Lectio Divina” del día.
Mons. Samaniego explicó que para mantener una “relación conmigo mismo, con la naturaleza, con los demás y con Dios,” antes de salir a correr, realiza “una oración inicial a Dios”.
Durante el recorrido, se enfoca en agradecer la belleza de la Casa Común, la motivación de otros corredores y el apoyo de amigos en el camino.
El obispo comparó realizar una carrera o subir una montaña con “el camino de la vida”. Explicó que en este camino, “la meta es la santidad y el cielo”; y, al igual que en una carrera, aunque haya dolor, “la meta lo vale todo porque es eterna”, especialmente si se comparte con otros.