San Juan cuenta en su Evangelio que acogió a la Virgen en su casa desde que Cristo crucificado se la encomendó en Jerusalén, donde hay una tumba de María. Sin embargo, el Apóstol se fue a vivir a otra ciudad. 

Una beata y hasta un Papa afirmaron que en este último sitio la Virgen partió al cielo, pero el Pontífice murió antes de oficializarlo.

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En la ciudad santa

La antiquísima tradición cristiana señala que la Virgen terminó su peregrinaje por esta tierra en lo que actualmente es la Basílica de la Dormición de Jerusalén. Desde allí los Apóstoles habrían llevado el cuerpo de María hasta un sepulcro en las inmediaciones de Getsemaní. 

Sobre esta tumba está hoy la Iglesia Ortodoxa del Sepulcro de María, donde los franciscanos Custodios de Tierra Santa van a rezar “oficialmente” una vez al año, cada 15 de agosto. En este día, el Custodio de Tierra Santa entra a orar ante la roca donde se habría recostado el cuerpo de la Virgen, antes que fuera llevada al cielo en cuerpo y alma.

En la ciudad del principal dogma mariano

Por otro lado, santos y escritores antiguos indican que San Juan vivió en Éfeso, una ciudad en ruinas en la actual Turquía, y hay quienes creen que allí estuvo el Apóstol con la Virgen. 

En una carta sinodal del Concilio de Éfeso (431 d.C.), reunión de obispos que definió el dogma de la maternidad divina de María, se mencionó una relación de Juan y la Madre de Dios con esta ciudad. Lo que podría confirmar que aquí estuvo la Virgen.

Asimismo, de acuerdo a la Enciclopedia Católica el historiador Bar Hebreo (aprox. 1226-1286), un obispo jacobita (sirio ortodoxo), señaló que San Juan “fundó la Iglesia de Éfeso, y enterró a María en un lugar desconocido”.

Este relato cobró relevancia con las visiones de la Beata Ana Catalina Emerick (1774-1824), quien dio indicaciones de un sitio en esta ciudad, donde afirmaba que la Madre de Dios vivió hasta su paso al otro mundo. 

Además, ella describió cómo el cuerpo de la Virgen fue trasladado por los apóstoles de este lugar a una tumba y cómo la Madre de Dios fue llevada al cielo en cuerpo y alma.

Con las referencias de la beata, la Sierva de Dios Marie De Mandat-Grancey (1837-1915), religiosa francesa de las Hijas de la Caridad, y dos sacerdotes vicentinos (o lazaristas) encontraron en 1891 las ruinas de una casa, en una colina cerca de Éfeso, y que hoy es el santuario mariano Meryemana Evi, “la casa de la Madre María” en turco.

Con la aprobación de santos y pontífices

Según el National Catholic Register, publicación de EWTN News, el Papa León XIII dio su bendición al lugar en 1896, mientras que San Juan XXIII concedió indulgencia plenaria en 1961 para quien la visitara y San Pablo VI fue a verla en 1967.

Asimismo, San Juan Pablo II celebró una Misa en la Casa de la Virgen en 1979 y Benedicto XVI también presidió allí una Eucaristía en 2006.

Es preciso indicar que siglos antes, el Papa Benedicto XIV (1675-1758) afirmó que la Madre de Dios terminó sus días en Éfeso.

Según la Enciclopedia Católica, el Pontífice incluso tuvo “la intención de eliminar del Breviario [libro oficial de oraciones diarias de la Iglesia] aquellas lecciones donde se mencionaba la muerte de María en Jerusalén, pero murió antes de llevarlo a cabo”.

Hasta el momento, nada es conclusivo. Hay quienes creen que la Virgen fue llevada por Cristo desde Jerusalén, otros que desde Éfeso. Pero más allá del lugar, lo que creemos por dogma de fe es que la Madre de Dios fue elevada en cuerpo y alma al cielo.