El Papa Francisco se hizo presente, mediante una carta, en los festejos del pueblo boliviano al cumplirse este martes 199 años de la independencia del país sudamericano, pidiendo para ellos la intercesión de Nuestra Señora de Copacabana.

En una misiva dirigida al presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Luis Arce Catacora, el Santo Padre hizo llegar “a todos los hijos e hijas de Bolivia una felicitación y mejores deseos”.

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El Pontífice suplicó a Dios Todopoderoso, “por intercesión de Nuestra Señora de Copacabana, que conceda a ese noble Pueblo prosperidad y seguir caminando en la búsqueda del bien común y de la convivencia fraterna”.

El Estado Plurinacional de Bolivia celebró el martes 6 de agosto un nuevo aniversario de su independencia, conseguida en 1825. El Arzobispo de Santa Cruz, Mons. René Leigue Cesarí, presidió el Tedeum ecuménico con un fuerte llamado a ser “un solo rebaño, una sola nación, un solo país”.

“Tenemos tantas oportunidades, tenemos riqueza en Bolivia, eso lo sabemos. Pero, ¿qué se hace con la riqueza? ¿La sabemos explotar en bien de todos?”, planteó. “Lo que no hemos tenido, a lo mejor, es suerte con nuestros gobernantes, que de verdad trabajen por el bien de todos, que sean responsables, sean honestos, luchen contra la corrupción”, consideró.

Rumbo al bicentenario, el prelado llamó a dejar de lado las diferencias y caminar con respeto y perdón: “Lleguemos a los doscientos años reconciliados, amados por Dios y perdonados entre nosotros”, pidió.

Por su parte, el presidente de la Conferencia Episcopal Boliviana y Vicario Apostólico del Beni, Mons. Aurelio Pesoa Ribera, presidió la Misa por el aniversario de Bolivia en la Catedral Santísima Trinidad, en el día en que la Iglesia celebra la Transfiguración del Señor.

En ese marco, se centró en la “profunda crisis” que atraviesa la nación, con incertidumbre y sin soluciones a corto plazo, haciendo hincapié en “los hermanos más vulnerables” que “están sufriendo las consecuencias”.

Por eso, llamó a las autoridades a ofrecer respuestas “dejando fuera ideologías y dejándose iluminar por la razón, por la verdad e, incluso, por el consejo de los que saben”, como también abandonando “la ceguera que nos confunde y nos lleva a justificar lo injustificable, incluso nos conduce al absurdo, sin querer ver lo que está pasando”.

El prelado instó a la construcción de una patria “transfigurada”, con una visión de fe para no perder la esperanza, un país en el que “la caridad y la solidaridad orienten nuestra vida y nuestras actuaciones, buscando el bien común y el progreso de nuestro pueblo”.