Por primera vez en su Pontificado, el Papa Francisco participó en la celebración de las Segundas Vísperas en la Basílica Santa María la Mayor de Roma, con motivo de la Solemnidad de Nuestra Señora de las Nieves.
A las 17:30 horas (hora local) de este 5 de agosto, el Santo Padre llegó a la Basílica Pontifica, en la que se encontraban cardenales y obispos. Entre ellos estaba Mons. Rolandas Makrickas, Comisario Extraordinario para la Basílica Papal de Santa María la Mayor y encargado de presidir la ceremonia.
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
Aunque la tradicional representación del milagro al que se vincula el origen de esta Basílica Pontificia tuvo lugar esta mañana, la lluvia de pétalos blancos se ha vuelto a repetir durante estas Segundas Vísperas ante la presencia del Pontífice.
“Admiración y asombro” ante el “Milagro de la Nieve”
Durante su homilía dirigida a los fieles también presentes, el Papa Francisco habló acerca del “Milagro de la Nieve”, representado esta mañana en la Basílica, y en el icono de Salus populi romani, la Virgen protectora de Roma a la que tiene una especial devoción.
El Santo Padre recordó que la nieve representa el fenómeno prodigioso “que le indicó al Papa Liberio el lugar donde construir la basílica antigua”.
“Sin embargo, el hecho de que este signo se repita en la solemnidad de hoy, en el interior de la basílica y durante la liturgia, nos invita a una lectura más bien simbólica”, precisó.
Para el Papa Francisco, esta “nieve” representa “admiración y asombro”. Viendo caer la nieve, continuó, “su blancura deslumbra los ojos y el espíritu se embelesa”.
“Y es este dato el que nos orienta en la interpretación del signo de la ‘nevada’, que se puede comprender como símbolo de la gracia, es decir, de una realidad que une la belleza y la gratuidad”, explicó a continuación.
En este sentido, señaló que “la gracia es algo que nadie puede merecer, ni mucho menos comprarse; sólo se puede recibir como don y, como tal, es de carácter totalmente imprevisible, precisamente como puede serlo una nevada en Roma, en pleno verano. Por eso, la gracia suscita admiración y asombro”.
“La joya de esta basílica”
Más tarde, posó su mirada en el icono mariano Salus populi romani, el que definió como “la joya de esta basílica”.
Al referirse a este icono, el Papa Francisco señaló que “la gracia aparece en su realidad más concreta, despojada de cualquier revestimiento mitológico, mágico y espiritualista, que siempre están al acecho en el ámbito de la religión. En el icono está sólo lo esencial: la Mujer y el Hijo”.
“Esa Mujer es la llena de gracia, concebida sin pecado, inmaculada como la nieve recién caída. Dios la miró con admiración y asombro, y la escogió como Madre porque es hija de su Hijo: generada en Él antes del tiempo, se convirtió en Madre suya en la plenitud de los tiempos”, añadió a continuación.
También resaltó que Ella es “la mediadora de la gracia que brota siempre y sólo de Jesucristo, por obra del Espíritu Santo”.
Por último, invocó su intercesión “por la ciudad de Roma y por el mundo entero, especialmente para pedir por la paz; la paz que sólo es verdadera y duradera si parte de corazones arrepentidos y perdonados; la paz que nos viene de la Cruz de Cristo, de su Sangre, la que Él tomó de María y derramó para la remisión de los pecados”.
A modo de conclusión, pidió a los presentes repetir en voz alta: “Te saludo Santa Madre de Dios”.
Tras las palabras del Santo Padre, se cantó el Magnificat y del techo de la basílica volvieron a caer miles de pétalos blancos para evocar el “Milagro de la Nieve” del 5 de agosto del año 358.
Al finalizar la ceremonia, el Papa Francisco impartió su bendición a los fieles y después del canto del Regina Coeli se dirigió a la Capilla Paulina para un momento de oración personal ante la Virgen Salus populi romani.