Como cada 2 de agosto, cientos de fieles fueron llegando desde tempranas horas de la mañana a la iglesia Nuestra Señora de los Ángeles – La Porciúncula, en Bogotá (Colombia), deseosos de recibir la indulgencia plenaria, gracias al pedido que San Francisco de Asís le hizo a Cristo hace ocho siglos.
El templo abrió sus puertas a las 7:00 a.m. (hora local) para que las personas pudieran acceder al sacramento de la Reconciliación y así estar listas para la Misa central del mediodía, en la que podrían obtener —como en todas las iglesias franciscanas del mundo— la indulgencia plenaria si cumplían también con recibir la Comunión y rezar por las intenciones del Papa Francisco.
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La Eucaristía fue presidida por el Obispo Auxiliar de Bogotá, Mons. Alejandro Díaz García, quien recordó que en 1216 San Francisco de Asís solicitó a Cristo que cada persona que fuera a la capilla de la Porciúncula —ubicada en la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles, en Asís (Italia)—, pudiera “el don del perdón, y de un perdón completo, de un perdón que proporcionara paz, serenidad y alegría al corazón”.
El fundador de los franciscanos pidió esa gracia “y Dios se la concedió, porque es el único capaz de perdonar los pecados”. “Pero le pidió a Francisco que fuera donde el Papa (Honorio III), porque el perdón de Dios llega a través de su santa Iglesia”, indicó el obispo auxiliar.
Esto, explicó Mons. Díaz García, recuerda la importancia del sacramento de la Reconciliación que es administrado por los sacerdotes.
En ese sentido, el obispo auxiliar afirmó que Jesús invita a los cristianos a mantener continuamente “una actitud de conversión”, para no permitir que el mal anide y conviva entre las personas.
Al momento de la Comunión, fueron innumerables los fieles que se acercaron para recibir el Cuerpo de Cristo de la mano del Mons. Díaz García y de los sacerdotes franciscanos presentes, mientras varios hermanos de la Orden de Frailes Menores acompañaban el momento con cantos.
Antes de culminar la Misa, Mons. Alejandro Díaz bendijo a los fieles congregados, quienes paulatinamente fueron saliendo del templo, mientras más personas iban haciendo fila en los confesionarios de cara a la Eucaristía de la tarde.