Un día como hoy del año 325 concluyó el primer Concilio Ecuménico de la historia de la Iglesia Católica: el Concilio de Nicea, el cual surgió como respuesta a la herejía del arrianismo, que planteaba que Jesucristo era un Dios inferior.

Coincidiendo con el Jubileo de la Esperanza, el próximo año 2025 se celebrará el 1.700 aniversario de este gran evento de la Iglesia en el que se reconoció a Jesús como “Dios verdadero de Dios verdadero”.

Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram

Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:

En el marco de este próximo aniversario, recordamos 5 claves que todo católico debe conocer:

1. ¿Por qué se convocó?

El primer Concilio Ecuménico de la historia se desarrolló del 20 de mayo al 25 de julio del año 325 en Nicea y contó con la participación de obispos de todas las regiones donde había cristianos.

Este acontecimiento se celebró para lograr la unidad de la Iglesia, sacudida por la predicación de Arrio, un sacerdote que negaba la verdadera divinidad de Jesucristo. 

2. ¿Quiénes participaron?

Fueron un total de 300 Padres Conciliares los que participaron en este evento. Entre ellos destaca la presencia Alejandro de Alejandría, ayudado por el entonces diácono Atanasio, quien llegaría a ser obispo, y declarado santo después de su muerte. Este último sería esencial en la lucha contra la herejía de Arrio.

En el libro 50 preguntas sobre Jesucristo y la Iglesia, elaborado por un grupo de profesores de la Universidad de Navarra (España), se citan otros obispos de relevancia como Osio, obispo de Córdoba, quien habría presidido las sesiones. 

También participaron Marcelo de Ancira, Macario de Jerusalén, Leoncio de Cesarea de Capadocia y Eustacio de Antioquía Eusebio de Cesarea, entre otros.

Silvestro I, en aquel entonces Obispo de Roma, no participó en el Concilio debido a su avanzada edad, por lo que un grupo de presbíteros acudieron en su nombre. 

3. ¿En qué consistía el arrianismo?

A principios del siglo IV, Arrio dio origen a una herejía que tomó el nombre de arrianismo. Según él, Jesucristo no era Dios: aunque es preexistente al nacimiento del seno de María, fue creado en el tiempo. 

Al sostener esta teoría, negaba la eternidad del Verbo, lo cual equivale a negar su divinidad. Admitía la existencia de Dios que era único, eterno e incomunicable; el Verbo, Cristo, no es Dios, es pura criatura, aunque más excelsa que todas las otras. 

Aunque Arrio centró toda su enseñanza en despojar de la divinidad a Jesucristo, incluyó también al Espíritu Santo, que igualmente era una criatura, e incluso inferior al Verbo.

De acuerdo a la Enciclopedia Católica, el arrianismo “describía al Hijo como segundo, o Dios inferior. Sólo Dios era sin principio, no creado; el Hijo era creado, y alguna vez no había existido”.

Según precisó Benedicto XVI en una de sus catequesis en 2007, el arrianismo suponía “una amenaza para la fe en Cristo, reducido a una criatura ‘intermedia’ entre Dios y el hombre”.

Esta herejía se extendió y desembocó en una grave crisis, por lo que se convocó el concilio para encontrar una solución.

4. La influencia del emperador Constantino

Aunque el emperador Constantino influyó en su celebración y acogió a los padres conciliares, los documentos muestran que no influyó en la formulación de la fe que se hizo en el Credo. 

El libro 50 preguntas sobre Jesucristo y la Iglesia destaca que el emperador no tenía capacidad teológica para dominar las cuestiones debatidas.

De hecho, aunque no era arriano, Constantino gradualmente relajó su posición anti-arriana bajo la influencia de su hermana, quien tenía simpatías arrianas.

El emperador ordenó que se celebrara una sesión final, a la cual asistió para exhortar a los obispos a que trabajaran para el mantenimiento de la paz; se encomendó a sus oraciones y autorizó a los padres a regresar a sus diócesis.

5. Conclusiones del Concilio Ecuménico

El Primer Concilio de Nicea logró una definición ortodoxa de la fe y el uso del término homoousios (consustancial, de la misma naturaleza) para describir la naturaleza de Cristo.

De este acontecimiento surgió el conocido como Credo Niceno-Constantinopolitano, una declaración dogmática de los contenidos de la fe cristiana que reflejaba la fe recibida y admitida por los cristianos desde los orígenes.

Tras el Concilio de Nicea fueron condenados los escritos de Arrio y tanto él como sus seguidores fueron desterrados.

Asimismo, en Nicea se fijó la celebración de la Pascua en el primer domingo después del primer plenilunio de primavera, siguiendo la práctica habitual en la iglesia de Roma y en muchas otras. 

También se trataron algunas cuestiones disciplinares relativas al funcionamiento interno de la Iglesia, resumidas en 20 cánones

Entre otras cosas, se prohibió a todos los miembros del clero residir con cualquier mujer, excepto con su madre, una hermana o una tía, ; también se estableció que los Obispos, sacerdotes y diáconos no pueden pasar de una iglesia a otra; se determinaron normas sobre la excomunión y se estableció que los domingos y durante la temporada Pascua las oraciones deben rezarse de pie.