“Ante Dios no vale el postureo, y al escuchar la llamada, podemos ignorarle y ‘dejarle en visto’, como ocurre en las aplicaciones de mensajería, pero a riesgo de no llegar nunca a ser felices”, explica el Arzobispo de Sevilla (España), Mons. José Ángel Saiz Meneses, en una carta titulada Llamada y misión.
En esta reflexión vocacional, el prelado recuerda que toda vocación es la “historia de una misión que comienza con la llamada de Dios y continúa con la respuesta que corresponde al hombre”.
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La primacía de Dios en la dinámica vocacional, recuerda el prelado queda reflejada en las palabras de Jesús a los apóstoles “no sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido”, recogidas en el Evangelio según San Juan.
Ante esta situación, “no es extraño que nos sintamos pequeños, incapaces e indignos”, señala el arzobispo, porque sabemos que “no somos superhéroes de Marvel, ni podemos domesticar dragones”.
Sin embargo, el Arzobispo de Sevilla hace un llamamiento a “que no cunda el pánico” ante la incertidumbre de la respuesta vocacional y anima a aprender “de quienes han hecho este camino antes que nosotros”.
A su entender, “no hay que ignorar el ejemplo de los creyentes que nos han precedido, sólo porque nuestra sociedad sea diferente de la suya, o porque los tiempos hayan cambiado”.
Así el prelado recuerda que el caso del profeta Jeremías es emblemático “porque es muy consciente de sus limitaciones, de su fragilidad personal”, pero con ayuda de dios acaba por entregarse a la misión “con confianza y alegría”.
En este sentido, añade: “Dios llama a todos los bautizados a ser sus profetas, y tal como insiste el Papa Francisco, tiene un sueño para cada uno, conforme a su edad y situación personal, a sus capacidades, a sus virtudes y defectos, a su forma de ser”.
El Arzobispo de Sevilla señala además que en el camino de respuesta vocacional “nos inspira el Evangelio y las vidas de los santos” porque “no suelen ser pusilánimes, ni remilgados, incluso aunque tengan formas suaves a la hora de expresarse y de tratar a los demás”.
“Ser personas de carácter no es lo mismo que tener mal carácter. Y los santos, por lo general, tenían un carácter fuerte, que se reflejaba en su decisión y compromiso para seguir la llamada de Dios”, especifica en la misiva.