El Papa Francisco ha concedido la indulgencia plenaria con ocasión de la IV Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, que tendrá lugar el domingo 28 de julio de este año.
Cabe recordar que el Santo Padre instituyó esta jornada mundial en 2021 exhortando a que se celebrase el cuarto domingo de julio, en el marco de la conmemoración de San Joaquín y Santa Ana, los abuelos de Jesús, que se celebra cada 26 de julio.
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La indulgencia plenaria devuelve a los fieles, siempre y cuando se cumplan los requisitos o condiciones, al estado en el que estuvo al recibir el Bautismo, de forma que si falleciera después de obtenerla, iría directamente al Cielo.
En un decreto publicado este 18 de julio por la Oficina de Prensa de la Santa Sede, la Penitenciaría Apostólica explica que el Pontífice ha aceptado el pedido del Cardenal Kevin Joseph Farrell, prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, para conceder la indulgencia plenaria por esta jornada mundial.
Para obtener la indulgencia plenaria en esta fecha señalada, que este 2024 se celebra bajo el título “En la vejez no me abandones”, es necesario cumplir las condiciones habituales. Los requisitos son: confesión sacramental, comunión eucarística y oración según las intenciones del Papa.
El decreto también remarca que la indulgencia plenaria se concede “a los abuelos, a los ancianos y a todos los fieles que, animados por un verdadero espíritu de penitencia y caridad, participen el 28 de julio de 2024 en la cuarta Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores”, en las diversas celebraciones que habrá en todo el mundo”.
Esta indulgencia plenaria, subraya el texto, “podrá aplicarse también en sufragio de las almas del Purgatorio”, es decir, por una persona fallecida.
Asimismo, el texto señala que se concederá “a los fieles que dediquen un tiempo adecuado a visitar a sus hermanos mayores necesitados o en dificultad (como enfermos, abandonados, discapacitados…), ya sea en persona o virtualmente a través de los medios de comunicación”.
La indulgencia podrá ser obtenida, además, “a los mayores enfermos y a sus cuidadores, así como a todos aquellos que no pudiendo salir de casa por un motivo grave, se unan espiritualmente a los sagrados servicios de la Jornada Mundial, ofreciendo al Dios Misericordioso sus oraciones, dolores o sufrimientos de su vida, especialmente mientras se retransmitan las diversas celebraciones a través de los medios de comunicación”.
Debido al requisito de la confesión, el decreto concluye animando a los sacerdotes a “que se pongan a disposición, con espíritu pronto y generoso, para la celebración del Sacramento de la Penitencia”.