Cada 17 de julio, un día después de la fiesta de la Virgen del Carmen, se recuerda a 16 mártires carmelitas descalzas que defendieron la fe durante la Revolución Francesa. Casi 100 años antes, una profecía en la que apareció Santa Teresa de Ávila, anticipó el testimonio que ellas iban a dar para acabar con el “reinado del terror”.
En un artículo publicado por Vatican News, se describe que en 1693, en el convento carmelita de Compiègne, al noreste de París (Francia), vivía una joven mujer con discapacidad que tuvo un sueño profético.
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La mujer de 29 años vio al Señor junto a la Virgen María, Santa Teresa de Ávila y dos monjas que también vivían en aquel carmelo. Más adelante observó a un grupo de religiosas cuya misión era “seguir al cordero”.
Tiempo después esta mística se hizo carmelita. Su nombre era Sor Elisabeth Baptiste.
Tras el estallido de la Revolución Francesa, en 1789, se instauró el llamado “reinado del terror” con ejecuciones públicas y el uso de la guillotina, impulsado por Maximilien Robespierre.
En 1792, el uso del hábito religioso fue declarado ilegal. La superiora, Madre Teresa de San Agustín, permitió entonces que se leyera la profecía de Sor Baptiste que ella había encontrado años antes en el monasterio.
Tiempo después, las monjas debieron escapar del convento a causa de la dura persecución religiosa y ofrecieron sus vidas al Señor por la salvación de Francia, para que menos personas mueran en la guillotina y para alcanzar la libertad de los encarcelados injustamente.
Las religiosas fueron detenidas y enviadas a París. Se les declaró “enemigas del pueblo” y fueron sentenciadas a muerte. El 17 de julio de 1794, las valientes monjas fueron al suplicio de la guillotina cantando, rezando y renovando sus votos.
La Enciclopedia Católica indica que la joven novicia Sor Constanza se puso de rodillas ante la priora, le pidió su bendición y permiso para morir. Después subió cantando al Señor y ofreció su vida a Dios.
Todas las demás hicieron lo mismo y la superiora fue la última. Así se cumplió en ellas la antigua profecía de “seguir al cordero”.
Vatican News resalta que Robespierre fue apresado días después y ejecutado. Murió en la guillotina, la forma de ejecución que él mismo había impulsado. De esta manera “el reinado del Terror terminó, dejando poco lugar a dudas de que el Señor había aceptado el sacrificio de las vidas de las monjas”, puntualiza el medio informativo oficial del Vaticano.