Con motivo de la fiesta de la Virgen del Carmen, este 16 de julio, les compartimos una cariñosa y emotiva oración, en forma de poema, que Santa Teresa de Lisieux compuso hace 130 años para honrar a la Madre del Carmelo y animar en su vocación a una amiga que cumplía años ese día.

En los Archivos del Carmelo de Lisieux, convento en el que vivió Santa Teresa desde 1888 hasta que partió al cielo en 1897, se encuentra el poema titulado Canto de agradecimiento a Nuestra Señora del Carmen

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En la descripción se indica que esta composición fue ofrecida por la santa a una compañera muy cercana de nombre Marta de Jesús, cuyo cumpleaños era el 16 de julio. 

Por otro lado, la propia religiosa relató que unas semanas antes de que la santa falleciera, la llamó y le hizo prometer que recitaría “un memorial a la Santísima Virgen todos los días”. Marta de Jesús indicó: “Se lo prometí y le fui fiel”.

La oración, en forma de poema, está fechado el 16 de julio de 1894 y en él la santa le habla a la “Amada Reina del Carmelo” haciendo un recuento de su vida y de cómo la ha protegido bajo su manto. Finalmente le pide que la ayude a ser fiel a Jesús hasta que pueda volar al cielo. A continuación la oración

1. En los primeros momentos de mi vida,
me tomaste en tus brazos;
Desde ese día, querida Madre,
me proteges aquí.
Para mantener mi inocencia,
me pusiste en un dulce nido,
salvaste mi infancia
a la sombra de un claustro bendito.

2. Más tarde, en los días de mi juventud,
¡de Jesús escuché el llamado!...
En tu ternura inefable,
me mostraste el Carmelo.
“Ven, hija mía, sé generosa
- me dijiste dulcemente -
cerca de mí, serás feliz,
ven e inmólate por tu Salvador”...

3. ¡Cerca de ti, oh Madre mía tierna!
he encontrado la paz del corazón;
No quiero nada más en la tierra,
Sólo Jesús es toda mi felicidad.
Si a veces siento tristeza,
el miedo que viene a asaltarme,
siempre, soportando mi debilidad,
Madre, te dignas bendecirme.

4. Concédeme ser fiel
a mi divino Esposo Jesús.
Que un día su dulce voz me llame
a volar entre los elegidos.
Entonces, no más exilio, no más sufrimiento;
Te diré de nuevo en el cielo
el canto de mi gratitud,
¡Amada Reina del Carmelo!