En la Ciudad de México, un albergue de la Iglesia Católica recientemente inaugurado se ha convertido en un hogar temporal para los migrantes que han sufrido en su búsqueda de un futuro mejor. Este refugio, el Centro Comunitario San Juan Bautista Scalabrini —de la Congregación de los Misioneros de San Carlos (Scalabrinianos)—, acoge hoy innumerables historias de valentía y perseverancia.
“Dios es el único que nos ha ayudado”
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Óscar, un padre venezolano, junto con su esposa, su hija y la familia de su hermana, iniciaron hace seis meses un viaje hacia Estados Unidos, impulsados por la esperanza de dejar atrás la crisis en su país.
En una entrevista con ACI Prensa, el padre de familia, que prefiere ser identificado únicamente con su nombre, compartió que han atravesado Colombia, Panamá, Costa Rica, Honduras y Guatemala, hasta llegar a México. Es en este país donde la adversidad alcanzó su punto más álgido, especialmente en Tuxtla Gutiérrez, el estado de Chiapas. Allí, la falta de alojamiento seguro los dejó vulnerables, obligándolos a pasar noches en la calle cerca de la terminal de autobuses local.
“Una vez, un señor nos pasó por encima con su carro, dejando atrapados a los hijos de mi hermana debajo. A mí me rozó las piernas”, relató el venezolano. A pesar del peligro, la ayuda oficial fue limitada debido a su condición migratoria.
Después de una larga espera, Óscar ya tiene una cita en uno de los puertos de entrada (Ports of Entry, POE, en inglés) de Estados Unidos. Allí, las autoridades estadounidenses revisarán su caso para determinar si tienen fundamentos legales para permanecer en el país.
Este es un paso crucial en su sueño de obtener un permiso humanitario que les permita vivir y trabajar en Estados Unidos.
“Todo es gracias a Dios, [que] es el único que nos ha ayudado, que calma la ansiedad, el desespero”, aseguró Óscar.
La Iglesia Católica en México ayudó a un total de 499.995 migrantes a lo largo del 2023 a través de sus 54 casas y albergues, marcando así “el año con mayores registros” que han reportado.
La Unidad de Política Migratoria de la Secretaría de Gobernación del Gobierno de México (SEGOB) registró 782.176 “eventos de personas en situación migratoria irregular en México” en 2023, cerca de 340.000 casos más que los registrados en 2022.
El principal país de origen de los migrantes irregulares fue Venezuela, con 222.994 personas. Le siguen Honduras (119.402), Guatemala (81.535), Ecuador (70.790) y Haití (45.091).
Historias de lucha y esperanza
Otro conmovedor testimonio es el de Ariana Figueroa, una joven venezolana de 23 años, que también se encuentra en el albergue con sus dos hijos. Relató que desde que dejó Venezuela fue víctima de tres robos: “Nos robaron en el río [en México] después que cruzamos Guatemala, nos robaron en Nicaragua y en la selva [del Darién, entre Colombia y Panamá]”.
Cuenta a ACI Prensa que el momento más traumático lo vivió en México, cuando ella y su grupo fueron secuestrados mientras caminaban rumbo a Tapachula.
“Veníamos caminando y se paraban motos y camionetas que nos ofrecían llevarnos gratis. Uno no quería, pero terminan rogando y te obligan a subir. Pensamos que nos llevarían a Tapachula, pero nos llevaron a un gallinero. Estuvimos un día ahí hasta que pagamos el dinero que nos pidieron y nos dejaron ir”, compartió Ariana.
Además de quitarles todas sus cosas, con excepción del teléfono, sus captores les exigieron pagarles, por persona, 1.100 pesos (alrededor de 60 dólares estadounidenses) para quedar en libertad.
Al llegar a Ciudad de México, después de pasar un día durmiendo en la calle, Ariana y sus hijos encontraron ayuda en una de las casas de migrantes que administra la Iglesia Católica.
Entre los actuales residentes del Centro Comunitario San Juan Bautista Scalabrini también se encuentra Nathali Alessandra, una niña de cinco años que tiene la mano derecha paralizada y un problema cerebral, que le dificulta hablar. Viaja con su mamá, su padrastro y su medio hermano.
Nathali Alessandra es un ejemplo de valentía. “No me da miedo nada”, dice con una sonrisa. Explica que está emocionada en llegar a Estados Unidos para reunirse con su padre biológico y con su abuela.
El Centro Comunitario San Juan Bautista Scalabrini en la Ciudad de México
Tanto la familia de Óscar como la de Ariana y la de Nathali Alessandra se encuentran albergados en el Centro Comunitario San Juan Bautista Scalabrini, ubicado en la alcaldía de Iztapalapa, al sureste de la Ciudad de México.
Este centro, inaugurado oficialmente el 1 de junio —aunque comenzó a operar casi tres meses antes—, se abrió en las instalaciones de un antiguo colegio católico, en respuesta a la grave crisis y sobrepoblación que enfrentan los albergues para migrantes en la capital mexicana.
Ramiro, un joven católico que ha sido voluntario en otros albergues y ha estado presente desde el inicio del centro, señaló que en el centro comunitario “por lo general tenemos entre 60 y 70 migrantes, y en ocasiones, cuando estamos muy llenos, llegamos a 80 u 85”.
El objetivo principal del centro es proporcionar un lugar seguro y acogedor para los migrantes.
“Ofrecemos un lugar donde descansar, un lugar donde puedan sentirse protegidos en cuanto a su condición migratoria, donde puedan sentirse recibidos aquí en México (...), por lo menos que tengan esa tranquilidad”, explicó Ramiro.
Además de alojamiento, el centro ofrece tres comidas diarias, atención legal, ropa donada, apoyo psicológico y talleres impartidos por voluntarios.
Otra particularidad es que quienes están albergados no tienen un tiempo máximo de estancia.
Ramiro destacó que muchos migrantes, al salir del albergue, muestran profundo agradecimiento hacia la Iglesia Católica. Aseguró que, a pesar de las trágicas historias que han vivido, los migrantes son personas de gran fe, que “tienden a arraigarse más a ella, a sustentarse más en su religiosidad para poder seguir en este camino. Muchos me contaban que se hacen más creyentes en el viaje”.
Además del Centro Comunitario San Juan Bautista Scalabrini, los misioneros abrieron una casa en el municipio de Ecatepec, en el Estado de México.
Iniciativas como estas se suman a los esfuerzos de la Iglesia para atender a los migrantes en varias instalaciones, incluyendo Cáritas arquidiocesana. Es el caso de la Casa de Acogida, Formación y Empoderamiento para Mujeres y Familias Migrantes y Refugiadas (CAFEMIN), de la Congregación de las Hermanas Josefinas; de la parroquia Santa Cruz y Nuestra Señora de la Soledad; la Casa Mambré, de las Hermanas Scalabrinianas, y la Casa Arcángel Rafael, también de los Misioneros Scalabrinianos.