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Desde octubre de 2023 la comunidad internacional sigue con preocupación lo que sucede en Gaza, sin embargo, hay otra región palestina donde la población vive también las consecuencias de la guerra. Se trata de Cisjordania, en cuya capital Belén labora pastoralmente el sacerdote colombiano Gonzalo Arboleda.
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Aunque ambos son territorios palestinos, en Gaza el control lo ejerce desde el 2007 el grupo terrorista Hamás, al que Israel le ha declarado la guerra; en cambio, en Cisjordania el gobierno lo dirige la Autoridad Nacional Palestina, liderada por Mahmud Abás.
Sin embargo, se trata del mismo pueblo, por lo que “el conflicto realmente ha tenido una influencia grande sobre la población en Belén”, con consecuencias psicológicas, sociales, económicas y espirituales, explica a ACI Prensa el sacerdote del Instituto del Verbo Encarnado (IVE), durante la visita que hizo hace unos días a Colombia invitado por la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN, por sus siglas en inglés).
El P. Arboleda, quien radica en Belén desde hace año y medio, indicó que “lo que está pasando en Gaza afecta psicológicamente a todo el mundo. La gente está ansiosa, estresada, triste (…). La gente no quiere hacer bodas porque cuando se hace una boda se tiene que celebrar, y no se puede celebrar con lo que está pasando”.
Un ejemplo ocurrió en la Navidad de 2023, cuando las autoridades civiles de Belén decidieron cancelar las fiestas, por lo que todo se remitió a las celebraciones litúrgicas dentro de los templos.
“Hay mucha solidaridad en el pueblo palestino, son muy solidarios. Cuando sucede una catástrofe en tal lugar, todo el mundo hace duelo”, explica el P. Arboleda.
De acuerdo al Informe sobre Libertad Religiosa 2023 del Departamento de Estado de Estados Unidos, en Cisjordania habitan unas tres millones de personas, entre ellas 50.000 cristianos palestinos.
El número de judíos varía según el gobierno. Para las autoridades palestinas son 751.000, incluyendo a quienes viven en Jerusalén Este. Sin embargo, Israel no considera dicha zona como parte de Cisjordania y reduce el número a 465.400 judíos asentados en el territorio palestino. El resto de la población es musulmana.
El reporte indica que, según el gobierno israelí y organizaciones no gubernamentales, “aproximadamente 110.000 palestinos documentados y 39.000 palestinos indocumentados residían en Cisjordania o Gaza y trabajaban en Israel antes del 7 de octubre”, cuando sucedió el ataque terrorista de Hamás.
Sin embargo, el P. Arboleda explica que a causa de la guerra “esos permisos fueron anulados” y ahora estos palestinos han quedado desempleados, con las consecuencias personales y familiares que eso trae.
Además, el turismo en Tierra Santa ha quedado paralizado —con hoteles y salones vacíos—, afectando sin distinción a la toda la población, sin diferencia de credo.
“Y la última cosa que puedo decir es esto: que desde la guerra la misma seguridad de las personas en Palestina se ha visto afectada. Cualquier noticiero lo diría, que ha habido más muertos en la Palestina, en la Cisjordania, desde que empezó la guerra”, señaló el sacerdote de 31 años.
Las consecuencias en la vida espiritual
El P. Gonzalo Arboleda, cuya labor se centra en el Hogar Niño Dios y que atiende a menores con discapacidad —cristianos y musulmanes—, ayuda también en la parroquia de un pueblo cercano a Belén, lo cual le ha permitido conocer “también algunas realidades”.
Compartió que mucha gente le dice que siente “el alma cansada”, una expresión muy propia del árabe. “Eso quiere decir como que me siento desesperado, siento como que estamos en una situación que nunca va a mejorar y nunca se va a sanar del todo”, explicó.
Ello porque, “aún si termina la guerra, ¿luego qué? Luego queda la construcción de Gaza, luego quedan todas las consecuencias de lo que hemos visto, lo que hemos vivido. Eso no se va, eso no se desaparece”.
El sacerdote señaló que “la vida espiritual de los cristianos ha sido afectada también. De algún modo hay gente que va más a Misa ahora por la situación, porque dice ‘tenemos que acercarnos más a Dios’”.
Sin embargo, “hay gente que, al contrario, va menos a Misa porque se pregunta ‘¿dónde está Dios? ¿Y por qué nos está pasando esto de nuevo? Entonces se enoja con Dios”.
“Ayudar a las personas a tener una visión de fe”
Ante este panorama, el sacerdote del IVE señaló que es necesario “ayudar a las personas a tener una visión de fe” porque, “primero que todo, las esperanzas humanas son pocas”.
“Y la visión de fe, ¿qué nos muestra?, ¿qué nos enseña? Que esta vida tiene una sola finalidad y eso es alcanzar el cielo. Y alcanzar el cielo se puede hacer en cualquier condición humana. En la pobreza se puede alcanzar el cielo, en la riqueza, en la enfermedad, en la salud, en la paz, en la guerra”, recordó.
El sacerdote colombiano añadió que lograr la vida eterna “no lo puede limitar ninguna condición exterior a mí. Alcanzar el cielo es algo que yo puedo, con la gracia de Dios, buscar y conseguir desde mis decisiones personales y mis actos”.
Explicó que el sufrimiento que ha traído la guerra puede ayudar a las personas “a tomar esa perspectiva de fe y de empezar a vivir la vida como un camino hacia el cielo”, pues si bien los proyectos y deseos humanos pueden ser buenos, no son lo principal.
“Entonces, estas personas que se han visto tan limitadas en lo humano, ahora tienen la puerta abierta de algún modo para buscar lo divino, que es la vida eterna. Esa es realmente la única esperanza que se puede dar, porque es la única esperanza verdadera, real y que no se pierde a pesar de todas las condiciones externas y materiales en las cuales yo me encuentro”, concluyó.