Este 1 de julio la Iglesia Católica en Jerusalén celebró con gran solemnidad a la Preciosísima Sangre de Cristo, en un especial lugar donde se cree que Cristo sudó gotas de sangre y un ángel lo reconfortó.
La Santa Misa tuvo lugar en la Basílica de Getsemaní, conocida también como de la Agonía o de las Naciones. Adentro se encuentra una enorme roca, donde la tradición indica que el Señor oró y sudó sangre la noche del Jueves Santo, sufriendo una terrible angustia por todo lo que iba a padecer.
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El Evangelio de Lucas precisa que Cristo dijo: “Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”. “Entonces se le apareció un ángel del cielo que lo reconfortaba. En medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo”, añade el evangelista.
Es por ello que al inicio de la Santa Misa el Custodio de Tierra Santa (CTS), P. Francesco Patton, esparció una gran cantidad de pétalos de rosas rojas sobre la roca, como símbolo de la sangre derramada por Cristo en este lugar.
De acuerdo a la CTS, el P. Patton en su homilía destacó que los cristianos “no somos rociados con sangre de animales muertos (Heb 10,4), sino que recibimos la sangre (es decir, la vida) de Cristo".
"La sangre de Cristo es su vida dada por amor y con amor infinito, y es por esta razón que es capaz de sanar nuestra vida misma cuando la recibimos", añadió.
Es preciso indicar que sólo en Jerusalén se conserva la celebración de la Sangre de Cristo con un permiso especial, ya que esta fiesta, establecida por Pío IX para el 1 de julio, fue suprimida en toda la Iglesia Universal con la reforma litúrgica de 1969.
En el resto del mundo, los católicos festejamos la Sangre del Señor junto al Cuerpo de Cristo en la gran Solemnidad del Corpus Christi.