El Papa Francisco recibió este 27 de junio en el Vaticano a los sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús (Dehonianos), a quienes aconsejó visitar la capilla frecuentemente con silencio humilde y oración escondida.

La audiencia tuvo lugar en el Palacio Apostólico del Vaticano con motivo del XXV Capítulo General de la Congregación.

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Al inicio de su discurso, el Papa Francisco reflexionó acerca de la unidad, y se refirió a ella como un don “que no podemos conseguir solos”, ya que se necesita la ayuda de Dios. 

Por eso, les invitó a tomar las decisiones capitulares teniendo en cuenta el valor de la vida sacramental, “de la asiduidad en la escucha y meditación de la Palabra de Dios, de la centralidad de la oración personal y comunidad, especialmente la adoración, como medio de crecimiento personal y fraterno y también como servicio a la Iglesia”.

“Que la capilla sea la estancia más frecuentada de vuestras casas religiosas, especialmente como lugar de silencio humilde y receptivo y de oración escondida, para que sean los latidos del Corazón de Cristo los que guíen el ritmo de vuestras jornadas, modulen los tonos de vuestras conversaciones y sostengan el celo de vuestra caridad”, expresó. 

Asimismo, remarcó que el corazón de Jesús “late con amor por nosotros desde la eternidad y su pulso puede unirse al nuestro, devolviéndonos la calma, la armonía, la energía y la unidad, especialmente en los momentos difíciles”. 

Más tarde, les animó a no tener miedo en los momentos difíciles y a estar cerca del Señor “para que se pueda lograr la unidad en los momentos de tentación”. 

Para que esto suceda, subrayó, “necesitamos darle espacio a Él, con fidelidad y constancia, acallando en nosotros las palabras vanas y los pensamientos inútiles, y llevándolo todo ante Él”. 

“El chisme es una plaga que destruye desde dentro”

A continuación, el Santo Padre reiteró que el chisme “es una plaga, parece pequeña, pero destruye desde dentro. Tened cuidado. Nunca cotilleéis sobre otro, ¡nunca! Hay un buen remedio para la cháchara: morderse la lengua, para que la lengua se inflame y no te deje hablar”. 

También destacó la importancia de la oración y afirmó que sin ella no se avanza, “no se está de pie: ¡ni en la vida religiosa, ni en el apostolado! Sin oración no se hace nada”. 

Más tarde, el Papa Francisco dirigió las siguientes preguntas a los sacerdotes: “¿Cómo ser misioneros hoy, en un tiempo complejo, marcado por grandes y múltiples desafíos? ¿Cómo decir, en los diversos ámbitos del apostolado en los que actuáis, algo significativo a un mundo que parece haber perdido el corazón?”.

“He aquí el secreto de un anuncio creíble, de un anuncio eficaz: dejar que la palabra ‘amor’ se escriba, como Jesús, en nuestra carne, es decir, en la concreción de nuestras acciones, con tenacidad, sin detenernos ante los juicios que azotan, los problemas que angustian y la maldad que hiere, sin cansarnos, con afecto inagotable por cada hermano y hermana, solidarios con Cristo Redentor en su deseo de reparar los pecados de toda la humanidad”.