Con motivo del llamado “Domingo del Mar”, que se celebrará el próximo 14 de julio, la Oficina de Prensa del Vaticano publicó el mensaje del Cardenal Michael Czerny, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.

Esta jornada fue establecida oficialmente en 1975 como una ocasión para valorar la importancia de los trabajadores marítimos, quienes a menudo pasan desapercibidos. 

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Es además un día en el que las comunidades católicas de todo el mundo llaman la atención y rezan por todos los que realizan este trabajo: las tripulaciones de los barcos que transportan mercancías y quienes los amarran al muelle, los estibadores, los pescadores, etc.

En su mensaje, el purpurado remarcó que “los marinos se encuentran entre los miembros menos visibles” de la sociedad y destacó que “es a través de sus esfuerzos ocultos como nos llegan muchas de nuestras necesidades”.

Asimismo, denunció las “injusticias y desigualdades” a las que son sometidos e insistió en la necesidad de defender la dignidad y los derechos de quienes trabajan en el mar.

Instó también a la “defensa de unas relaciones y políticas internacionales reforzadas para salvaguardar los derechos humanos de quienes viajan y trabajan lejos de sus familias y patrias”.

En esta línea, expresó que la Iglesia “está llamada a servir a cada miembro de la familia humana” y a trabajar por la unidad.

“Como nos recuerda San Pablo, la Iglesia no debe huir de estos desafíos si quiere ser fiel a la misión que el Señor le ha confiado”, expresó a continuación. 

La llamada a acoger al forastero, continuó el Cardenal Czerny, “puede desafiarnos cuando preferimos permanecer aislados social y espiritualmente”. 

“No podemos abrirnos a las posibilidades de la vida si preferimos la comodidad de lo familiar. El camino de la apertura es el camino de la esperanza”, añadió. 

Por ello, invitó “a todos a poner de su parte para reparar con valentía nuestra casa común y crecer en fraternidad y amistad social”. 

“Apoyemos el ministerio de acoger a quienes necesitan un oído atento y un lugar al que pertenecer, un puerto seguro, una comunidad que acoja a todos los que desean volver a casa”. 

Por último, pidió que “nos inspire el ejemplo de los intercambios mutuos en la vida de los marinos. Que la gente del mar se sienta parte de la Iglesia dondequiera que vaya”.