Al recibir a los participantes en la XXV Jornada Colombina 2024, que se realiza en la ciudad italiana de Piacenza el 22 y 23 de junio, el Papa Francisco advirtió sobre el peligro de que comunidades eclesiales y civiles de Europa puedan perder su identidad y se disuelvan “en una globalización homologante”.

La Jornada Colombina aborda el legado del misionero irlandés San Columbano (543-615), especialmente su trabajo evangelizador en Europa.

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En su mensaje, el Santo Padre destacó que esta jornada, que se realiza ya por 25 años, ha fomentado la creación de “una red de amistad espiritual y cultural en esa parte de Europa donde él y sus compañeros dejaron la huella de su benéfica presencia”.

“No se trata de hecho de una mera conmemoración histórica y mucho menos folclórica: es más bien un compromiso para promover el conocimiento de San Columbano y su legado como una riqueza para hoy, tanto en el ámbito eclesial como civil”, aseguró el Pontífice.

Nacido en Navan (Irlanda), San Columbano fue considerado por el Papa Benedicto XVI como "el irlandés más famoso de la alta Edad Media". Con aproximadamente 50 años, el santo dejó Irlanda para, junto a 12 compañeros, peregrinar y misionar en Europa, en regiones que tras una primera evangelización cristiana regresaron al paganismo.

En su mensaje de hoy, el Papa Francisco recordó que San Columbano y sus compañeros monjes irlandeses “de aquella época se convirtieron en peregrinos y misioneros en el continente para reevangelizar vastos territorios donde el primer florecimiento cristiano corría el riesgo de perderse: el trabajo de recuperación y de cultivo que llevaban a cabo en la tierra, también lo hacían en el campo del espíritu, la mentalidad y las costumbres”.

“Y así, el testimonio de los monjes colombinos, como el de los benedictinos en otros lugares, contribuyó decisivamente a preservar y renovar la civilización europea”, aseguró.

Para el Santo Padre, “también hoy necesitamos esta ‘savia’ evangélica, para que las comunidades eclesiales y civiles del continente no pierdan su identidad, no se disuelvan en una globalización homologante, a merced de las potencias dominantes, sino que puedan expresar su fe y su cultura con fidelidad creativa a sus tradiciones, contribuyendo a la construcción de la Europa de los pueblos, unida en la convivencia de las diferencias y abierta al encuentro y al diálogo con otras civilizaciones del mundo”.