El teniente coronel José de la Pisa es, desde el pasado 27 de mayo, un sacerdote que sigue la estela de los santos que a lo largo de la historia de la Iglesia Católica abandonaron la milicia para servir al Rey de Reyes.
En su caso, además, lo ha hecho dejando el mando de un batallón de la Guardia Real que le había sido encomendado. “Escribí a S.M. el Rey explicando los motivos, diciéndole que renunciaba al mando para servir a España de otra manera y que, en ese sentido, tendríamos ahora un jefe común”, ha detallado en una entrevista publicada en el sitio web del Opus Dei.
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Durante 25 años, el ahora presbítero sirvió en la Infantería de Marina española, el cuerpo militar especializado en operaciones especiales anfibias más antiguo del mundo, donde ha participado en despliegues militares en Oriente Medio o África, con especial relevancia en Líbano y Somalia.
En las zonas de guerra ha podido comprobar de primera mano que “la idea de misericordia y de dignidad desaparecen fuera del ámbito cristiano”, aún en medio del daño que supone la guerra y “el drama de los desplazados y de aquellos que lo han perdido todo”.
En el año 2017 abandonó las armas -un servicio presente en su familia por generaciones- para seguir su vocación al presbiterado, aunque durante su vida militar la fe no estuvo ausente, pues ya era numerario del Opus Dei.
“En este ambiente, ser numerario del Opus Dei provoca muchísimas preguntas y si además trabajas en un ambiente tan estrecho como el de un equipo de operaciones especiales, las preguntas van en seguida al fondo, sin rodeos. Hay muchas historias preciosas gracias a Dios, como la de un teniente muy amigo que, ahora que me he ordenado, dice que está dispuesto a que yo le bautice”, describe el nuevo sacerdote, cuya tesis doctoral se titula Virtudes humanas y ética militar. Las virtudes morales, sustento del comportamiento ético del militar.
No es el único caso de conversiones en las que ha intervenido de alguna manera. Así sucedió con Brian, un oficial taiwanés al que conoció durante un periodo de formación en la Universidad del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos en Quantico, Virginia.
Durante una Cuaresma, Brian visitó a José en España. “Fuimos a Sevilla y nos encontramos con un grupo de costaleros entrenando… fue todo un reto explicárselo, así que acabamos en la Macarena y luego en la Catedral para tratar de que lo entendiera. Algunos años después, en 2021, Brian se bautizó. Me gusta pensar que su visita a la Macarena tuvo mucho que ver”, explica.
El servicio sacerdotal como el servicio militar
El P. José se plantea el servicio sacerdotal “del mismo modo que me planteaba mi servicio en las Fuerzas Armadas”. En este sentido, asegura que le ayudan mucho los escritos de San Josemaría Escrivá de Balaguer.
“Quiero ayudar a los demás, servir en aquello que sea importante. Pienso que esto sirve para ambos cometidos, si bien en el sacerdotal ya no necesito buscarme “adversarios” ahora estoy abierto a todos y puedo dedicarme a las necesidades más importantes de las personas, ayudar a llegar a Dios”, detalla.
Lecciones recibida durante su formación en Roma
El P. Luis de la Pisa explica que sus años de formación “en Roma junto al papa han sido un regalo”, en especial porque el Pontífice “a los seminaristas de Roma nos hablaba claro y fuerte sobre la necesidad de los sacramentos, de la oración y de cultivar la amistad con Dios. De ser sinceros, de tener dirección espiritual y de no ser dependientes de las redes sociales”.
Por otro lado, como miembro del Opus Dei, en esos años fue relevante la cercanía con su prelado Mons. Fernando Ocáriz: “Hablando con él antes de la ordenación le pedí consejo para ser amable y tener buen carácter. Me hizo ver que los demás esperan que sea sacerdote cien por cien, que hable de Cristo, como destacaba san Josemaría. Y que mis opiniones pasan a un segundo plano. Me animó a escuchar primero y luego a hablar, a contar cosas, a interesarme por los demás sin polémicas, a unir con la ayuda de Dios”.
Llevar a Cristo a todas las almas
Para el P. de la Pisa, la misión del sacerdote hoy es “llevar a Cristo a todas las almas, a todas, no solo a los católicos”, una reflexión que nace de su experiencia en la milicia: “A partir de las carencias personales, puedes ver gente sedienta de Dios. Esto se observa bien en las zonas de conflicto”, detalla.
Desplegado en zonas de combate es cuando ha sostenido las conversaciones “más profundas sobre Dios” con sus hombres, con los que platicaba “sobre la fe, la misericordia y el sentido del dolor o la existencia del mal”.
“También he encontrado esa sed entre los que han sufrido las consecuencias: los refugiados, en la población civil y entre los combatientes de ambos bandos”, añade.
Para poder ser instrumento para calmar esa sed, defiende que en la misión del sacerdote lo primero es “cuidar su propia vida interior, su piedad y su trato con Jesucristo. Y después, poder hacer sus veces, llevar a los demás la misericordia, la ternura y el amor de Dios”.