En su catequesis de la Audiencia General de este miércoles 5 de junio, el Papa Francisco reflexionó acerca de la libertad que concede el Espíritu Santo, aquella que no permite hacer lo que uno quiere, sino “hacer libremente lo que Dios quiera” y que se expresa en el servicio, donde está la verdadera libertad.

Ante los fieles que le escuchaban desde la Plaza de San Pedro del Vaticano esta mañana, el Santo Padre recordó el nombre con el que se conocía al Espíritu Santo desde los inicios: “Ruaj”, que significa soplo, viento, aliento. 

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Según precisó el Pontífice, este nombre “contiene la primera revelación fundamental sobre la persona y la función del Espíritu Santo”, ya que la imagen del viento “sirve ante todo para expresar el poder del Espíritu divino”. 

Además, remarcó que “el viento es una fuerza arrolladora e indomable”, capaz incluso “de mover océanos”. También subrayó que Jesús expresó otra característica del viento: su libertad. 

En este sentido, el Papa Francisco explicó que el viento “no se puede refrenar, embotellar ni encajonar” y advirtió que tratar de hacerlo sería “perderlo, anularlo o reducirlo al espíritu humano puro y simple”, lo mismo que ocurre si se trata de “encerrarlo en cánones, instituciones y definiciones”.

El Santo Padre señaló que la libertad que concede el Espíritu Santo es “muy especial, muy distinta de la que se entiende comúnmente”. 

“No es libertad para hacer lo que uno quiera, sino libertad para hacer libremente lo que Dios quiera. No libertad para hacer el bien o el mal, sino libertad para hacer el bien y hacerlo libremente, es decir, por atracción, no por compulsión. En otras palabras, libertad de hijos, no de esclavos”, expresó. 

Además, añadió que se trata de una libertad “que se expresa en lo que parece ser su opuesto, se expresa en el servicio, y en el servicio está la verdadera libertad”.  

Recordó también que San Pablo explicó que muchas veces la libertad se convierte en un “pretexto para la carne”, e hizo una lista “siempre actual” con sus consecuencias: “Fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, brujería, enemistades, discordias, celos,  disensiones, divisiones, facciones, envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes”.

A continuación, el Santo Padre preguntó: “¿De dónde sacamos esta libertad del Espíritu, tan contraria a la libertad del egoísmo?”.

“La respuesta está en las palabras que Jesús dirigió un día a sus oyentes: ‘Si el Hijo los hace  libres, serán realmente libres’. La libertad que nos da Jesús”, destacó.

Por último, pidió a Jesús “que nos haga, a través de su Espíritu Santo, hombres y mujeres auténticamente libres. Libres para servir, en el amor y la alegría”, concluyó el Papa Francisco.