El Papa Francisco dirigió un mensaje a los participantes del Congreso sobre la vida religiosa consagrada que se desarrolla en Brasil con motivo de su 70 aniversario, a quienes recordó que “la castidad no es esterilidad austera, sino el camino para amar sin poseer”.
Al inicio de su mensaje, el Santo Padre les aseguró su cercanía y sus oraciones “por el buen desarrollo del encuentro y para que dé frutos abundantes en la vida de cada comunidad religiosa y de la Iglesia en Brasil”.
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Asimismo, agradeció “el inmenso don de la vocación a la vida consagrada que, en sus más diversos carismas, enriquece la comunión eclesial y contribuye en gran medida a la misión de la Iglesia en todo el mundo”.
En este sentido, precisó que en muchos lugares “el primer anuncio del Evangelio tiene el rostro de consagrados y consagradas, que asumen con gran compromiso y con la entrega de su vida el mandato del Señor”.
El Santo Padre expresó además que “el don de la vocación debe ser custodiado y cultivado cada día, para que produzca buenos frutos en la vida de cada religioso”.
Por eso, mostró su alegría por el lema escogido para este Congreso, que es la recomendación que Jesús hizo a los apóstoles en la Última Cena: “Permaneced en mi amor”.
Según el Papa Francisco, “para vivir bien la llamada divina, es necesario permanecer en su amor, mediante el diálogo constante con Jesús en la oración cotidiana y la fidelidad a los votos que tan bellamente expresan nuestra consagración”.
Expresó también que “la vida consagrada, si permanece firme en el amor del Señor, ve la belleza. Ve que la pobreza no es un esfuerzo titánico, sino una libertad superior, que nos da a Dios y a los demás como las verdaderas riquezas”.
“Ve que la castidad no es esterilidad austera, sino el camino para amar sin poseer. Ve que la obediencia no es disciplina, sino victoria sobre nuestra anarquía al estilo de Jesús”, dijo al recordar su homilía del 1 de febrero de 2020 con ocasión de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada.
Por último, les animó a vivir el presente “sostenidos por la mística de los carismas específicos de cada familia religiosa y proféticamente comprometidos con el anuncio del Evangelio”.
También les invitó a “mirar al futuro con esperanza” y a que no se olviden “de rezar por mi”.