El año 2024 es considerado como el mayor año electoral de la historia, con más de 60 países, representando casi la mitad de la población mundial, celebrando elecciones. Este momento histórico suscita la pregunta para los católicos: ¿Es pecado no votar?
Al respecto hablaron con ACI Prensa Fray Nelson Medina, sacerdote dominico y Doctor en Teología Fundamental por el Milltown Institute de Dublín (Irlanda); y el P. Mario Arroyo, Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad de la Santa Cruz en Roma (Italia).
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Las elecciones y el “bien común”
Respecto a la pregunta de si no votar es pecado, Fray Nelson subrayó que “el criterio general para el cristiano siempre es que su acción (o decisión de no actuar) conduzca, o favorezca, o por lo menos, no obstaculice, la consecución del bien común”.
“En los países en que el ejercicio del voto es obligatorio, parece que abstenerse de votar es incurrir, por lo menos nominalmente, en un delito; es difícil ver cómo ello se podría ordenar al bien común”, señaló, precisando a continuación que “por la misma razón, excluimos de este análisis a las personas que por pereza o por no incomodarse se abstienen del voto. Claramente no hay una motivación moral correcta ahí”.
A continuación, el teólogo dominico indicó que “donde no es obligatorio votar, y una vez excluida la pereza o simple comodidad, queda claro que el único propósito que podría ser válido para abstenerse del voto es denunciar la corrupción del acto electoral mismo (por fraude evidente e inevitable), o rechazar por ineptitud o baja calidad moral a todos los candidatos”.
“La pregunta que sigue es obvia: ¿Qué efecto es previsible después de tal decisión?”, señaló.
En casos en los que hay “certeza de corrupción del proceso”, la legislación local contemple invalidar las elecciones en caso de masivo abstencionismo y sea “previsible” que esto se pueda lograr, Fray Nelson considera que “no votar sería algo correcto”.
“Si en cambio esta posibilidad es irreal, dejar de votar simplemente significa renunciar a la propia voz y el posible aporte al diálogo público: lo cual no parece éticamente correcto”, precisó.
¿Qué hacer ante la “mala calidad de todos los candidatos”?
Ante la idea de “no votar por deseo de denunciar la mala calidad de todos los candidatos”, el sacerdote dominico hace “una distinción”: “Si cabe la posibilidad de que uno de los candidatos, si ganara, cambiaría las reglas del juego, por ejemplo, sacando adelante un nuevo modo de constitución política que lo perpetúe en el poder, entonces parece preferible votar por el ‘mal menor’, dado que un triunfo de tal candidato eliminaría la posibilidad de un cambio real en el futuro visible”.
“Por otra parte, si los candidatos son todos pésimos pero no hay riesgo evidente de un cambio en las reglas de juego, de todos modos se puede decir que hay alternativas que harían más visible tal protesta, por ejemplo, votando en blanco o incluso logrando un número significativo de votos nulos”.
Para Fray Nelson Medina, salvo en el caso en que una abstención masiva se ve posible y puede llegar a invalidar la elección, todos los demás escenarios muestran un curso de acción preferible en que es mejor votar”.
“Por ello, salvo en el caso mencionado, abstenerse de votar parece un acto que no es la mejor opción, por lo que seguramente entraña alguna forma de pecado, aunque muy posiblemente sea sólo un pecado venial”, indicó.
“¿Me pide Dios votar o no?”
Ante la inquietud de si decidir no votar puede ser un pecado, el P. Mario Arroyo prefiere plantear una “perspectiva positiva”: “¿me pide Dios votar o no? ¿Le agrada a Dios que vote? ¿Me sirve a mí y a mi sociedad el voto? ¿Puede verse el voto como una forma de practicar la caridad social?”.
Sin embargo, reconoció que “plantearse la cuestión del pecado sirve como un marco de referencia razonable, que funciona de manera análoga a los límites de un campo de fútbol que delimitan el terreno de juego”.
Reflexionando sobre el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia y el Catecismo de la Iglesia Católica, el P. Arroyo señaló que “es deber del católico participar de la vida pública en la medida de sus posibilidades, de forma que limitarse a ejercer el voto es ya una restricción”.
Aunque no se habla “en términos de pecado o no” sobre el voto, precisó el sacerdote, “se entiende, sin embargo, que la irresponsabilidad y, en su caso, la pereza y el desinterés, causantes de la ausencia del voto, pueden ser en sí mismos pecado, normalmente leve”.
En el numeral 2239 del Catecismo, recordó el P. Arroyo, se indica: “Deber de los ciudadanos es cooperar con la autoridad civil al bien de la sociedad en espíritu de verdad, justicia, solidaridad y libertad. El amor y el servicio de la patria forman parte del deber de gratitud y del orden de la caridad”.
Al respecto, señaló, “podríamos decir que cumplir con nuestras obligaciones civiles es un deber de gratitud y de caridad con la sociedad que nos ha visto crecer”.
“La referencia más directa al tema la encontramos en el punto 2240 del Catecismo: ‘La sumisión a la autoridad y la corresponsabilidad en el bien común exigen moralmente el pago de los impuestos, el ejercicio del derecho al voto, la defensa del país’”, añadió.
Digamos que [el Catecismo] pone el ejercicio del voto al mismo nivel que el pago de impuestos —deber de justicia—. Nuevamente omite hablar de términos de pecado o no pecado, pero habla de una exigencia moral. No especifica si esa obligación es grave o no. Al no hacerlo, se supone que es leve”, añadió.
El 4º mandamiento y la abstención del voto
El Doctor en Filosofía continuó: “traduciendo esta formulación a los términos de ‘pecado o no pecado’, se puede afirmar que no votar es pecado leve, pues al no estar dicho expresamente que se trata de una obligación grave, no se puede deducir del texto que la falta sea de materia grave”.
“Pero por tratarse de una exigencia moral, de un deber, se entiende que no cumplirlo es una falta en materia leve contra la virtud de la justicia y contra el 4º mandamiento de la ley de Dios”, que se aborda en la sección del Catecismo en la que se encuentra el numeral 2240.
Como conclusión, el P. Arroyo señaló que no votar “es pecado venial, contra la justicia, el cuarto mandamiento, la caridad social y, en su caso, un pecado de pereza, de apatía e irresponsabilidad”.