El 24 de mayo de 1543 falleció el sacerdote, astrónomo y matemático polaco Nicolás Copérnico, famoso por formular la teoría heliocéntrica del sistema solar. A lo largo de los siglos, se ha repetido sin cesar el bulo de que la Iglesia Católica se opone a la ciencia, un mito que gira especialmente en torno al caso de Copérnico.
El periodista Angelo Stagnaro desmonta esto en un artículo para el National Catholic Register.
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El heliocentrismo es el modelo astronómico, propuesto por Copérnico, según el cuál la Tierra y todos los planetas giran alrededor del Sol. La teoría heliocéntrica, publicada el mismo año de la muerte del astrónomo polaco, se opone a la geocéntrica, que sitúa a la Tierra como el centro del universo.
“Algunos quieren hacer creer que el P. Nicolás Copérnico tenía miedo de publicar su modelo heliocéntrico a causa de la Iglesia Católica. Esto es completamente falso”, manifiesta Stagnaro.
Según el autor, el mismísimo Papa Clemente VII —junto a dos cardenales y varios obispos de alto rango— recomendaron a Copérnico publicar su investigación.
El sacerdote y matemático polaco accedió y publicó un resumen, en donde explicó su teoría en forma de siete axiomas. “Esto fue en 1531, 12 años antes de su muerte. A partir de ese momento, la aceptación del sistema heliocéntrico comenzó a extenderse por toda la cristiandad”, señala el autor. Además, precisa que el modelo completo —que incluía sus cálculos matemáticos— no sería publicado sino póstumamente.
En 1533, continúa Stagnaro —quien es miembro profeso de los Franciscanos Seglares (Franciscanos de la Tercera Orden)— el tío de Copérnico, y secretario del Papa, dio una conferencia sobre la teoría heliocéntrica que sorprendió tanto a Clemente VII que le dio al expositor un valioso regalo.
En 1536, el Cardenal Niccolò Schomberg, Arzobispo de Capua, envió una carta al astrónomo urgiéndole a que publicara sus hallazgos y a que le enviara una copia “cuanto antes como sea posible”. No fue sino hasta 1540 cuando Copérnico, de 68 años, expresó al Papa Pablo III que finalmente enviaría su investigación al Cardenal Schomberg.
Copérnico no pudo dedicar mucho tiempo a la versión editada de su manuscrito, porque había quedado paralizado del brazo derecho y tuvo problemas de memoria varios días antes de su muerte.
De hecho, recibiría el primer ejemplar impreso de su teoría tan sólo horas antes de fallecer. Como buen católico, dedicó su libro al Papa, quien lo recibió cordialmente en 1543.
En pleno apogeo de la reforma protestante, Martín Lutero y Juan Calvino se opusieron al modelo de Copérnico, por considerarlo contrario a las Escrituras. Así, sentencia Stagnaro, “la Iglesia Católica nunca persiguió a Copérnico por sus teorías”.
“En todo caso, Copérnico dudó en publicar su investigación por temor a exacerbar el odio protestante contra la Iglesia Católica”, afirma el autor. “Recuerde: la teoría heliocéntrica fue propuesta por un sacerdote católico, quien fue alentado por la Iglesia Católica y confundido por los protestantes (bien intencionados o no)”, sentenció.
El “Caso Galileo” y su relación con Copérnico
Stagnaro puntualiza que, si bien es cierto que a Galileo Galilei se le acusó en 1610 de difundir “ideas copernicanas”, esto no debe interpretarse como que Copérnico estaba en desacuerdo con la Iglesia.
“No fue el heliocentrismo lo que molestó a la Iglesia, sino más bien la negativa de Galileo a admitir que sus ideas eran teorías y no hechos no sujetos a cuestionamientos o críticas”, explica el autor.
De hecho, el Papa Urbano VIII era un gran admirador de Galileo. En 1624 lo recibió seis veces en Roma con gran cordialidad. Sólo el punto del heliocentrismo generó alguna fricción entre ambos hombres.
Si bien Urbano VIII no lo consideraba herético —nunca fue declarado como tal— lo consideraba como una posición doctrinalmente temeraria y, además, estaba convencido de que nunca se podría demostrar.
El Papa decía que los mismos efectos observables que se explican con esa teoría, podrían deberse a otras causas diferentes, pues en caso contrario se estaría limitando la omnipotencia de Dios. Se trataba de un argumento que, aparentemente, tenía mucha fuerza, y parecía que quien pretendiera haber demostrado el copernicanismo, estaba poniendo límites al poder infinito de Dios.
“Si la gente quiere convertir a Galileo en un modelo de la ciencia moderna, primero tendrán que explicar por qué Copérnico nunca fue perseguido por las mismas teorías casi 75 años antes”, manifestó Stagnaro.