La cuarta parada del intenso programa del viaje apostólico del Papa Francisco a Verona, segundo de este año a tierras italianas, llevó al Pontífice a la Cárcel de Montorio, donde los internos rompieron en aplausos y vítores a su llegada.
El Papa Francisco, sin prisa pese a llegar con retraso sobre el horario previsto por la Santa Sede, recorrió todos los pasillos entre los sectores en los que estaban dispuestos los presidiarios en el patio de la cárcel con un pequeño vehículo para poder hacerse más presente entre ellos.
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En los muros de hormigón, habitualmente desnudos, varios carteles en diferentes idiomas daban la bienvenida al Pontífice, mientras que algunos reclusos portaban flores de diferentes colores en las manos.
Cuando el Papa Francisco alcanzó por fin el palco preparado para su visita, miembros del coro de la cárcel interpretaron una canción, compuesta para la ocasión, cuyo estribillo proclama: “Bienvenido Santo Padre, bienvenido entre nosotros, bienvenido Santidad”. Sus acordes fueron acompañados por el vaivén de los brazos de los presos y el colorido de las flores que portaban. El Papa Francisco recibió, al concluir, una de ellas.
En su discurso, el Pontífice expuso que “la cárcel es un lugar de gran humanidad. De humanidad probada, a veces fatigada por dificultades, culpas, juicios, incomprensiones y sufrimientos, pero al mismo tiempo llena de fuerza, de deseo de perdón, de deseo de redención”.
Con Dios a nuestro lado “podemos superar la desesperación”
Una humanidad en la que “está presente hoy el rostro de Cristo, el rostro del Dios de la misericordia y del perdón. No olviden esto: Dios perdona todo. Dios perdona siempre”. El Papa Francisco refirió entonces una anécdota de una mujer trabajadora en una prisión que le decía que era devota de “Santa Puerta”, la puerta de la esperanza, a lo que añadió: “No hay vida humana sin horizontes”.
Conociendo que recientemente, algunas personas “en un gesto extremo, han renunciado a la vida”, el Papa les ha instado a mirar la puerta de la esperanza, porque la vida “siempre es digna de ser vivida”.
Papa Francisco: Dios es uno, padre de todos
“No somos material descartable, nuestra existencia es importante. Es un don para nosotros y para los demás, para todos y especialmente para Dios que nunca nos abandona y que sí sabe escuchar, alegrarse y llorar con nosotros. Con Él a nuestro lado, podemos superar la desesperación”, aseguró.
El Papa Francisco aseveró a continuación que “Dios es uno. En nuestras culturas nos han enseñado a llamarlos con un nombre. Es el Padre de todos. Todas las culturas y todas las religiones miran al único Dios, que nunca nos abandona”.
“En el arte de ascender, lo que importa no es caer, sino no permanecer caídos”, ha reseñado el Pontífice citando una canción para añadir una idea recurrente en sus intervenciones públicas: “Sólo es lícito mirar a una persona de arriba abajo en una ocasión: para ayudarlo”.
El Papa Francisco animó además a dirigirnos a Dios en los peores momentos: “Hablemos con Dios de nuestro dolor y ayudémonos mutuamente a soportarlo, entre compañeros de viaje y con la gente buena a nuestro lado. No es debilidad pedir ayuda: hagámoslo con humildad y confianza”.
Antes de concluir, el Papa Francisco recordó la celebración del próximo Año Santo en 2025, “un año de conversión, renovación y liberación para toda la Iglesia; un año de misericordia, en el que depositar el lastre del pasado y renovar el impulso hacia el futuro; en el que celebrar la posibilidad de cambiar, de ser y, donde sea necesario, volver a ser verdaderamente nosotros mismos, dando lo mejor”.
La cárcel, un espacio de diálogo
Antes de las palabras del Papa Francisco, han intervenido la directora de la prisión y uno de los reclusos, en representación de sus compañeros.
Francesca Gioieni, responsable máxima del establecimiento penitenciario, expresó que “no hay palabras suficientes” para agradecer el tiempo que les dedica durante las pocas horas de su estancia en Verona. “Espero que hayamos sido capaces de compartir nuestro abrazo”.
Gioieni trasladó su deseo de que el presidio no sea un lugar “habitado por carceleros y presos”, sino un espacio de diálogo donde todos puedan ayudarse a encontrar respuestas. Tras 26 años trabajando en el mundo carcelario, Gioieni afirma que la pregunta por esta dedicación se responde con otra: “¿Por qué no debería hacer este trabajo?”.
Para la directora, lo que realmente cuenta de ocuparse de los que merecen ser castigados según la ley, es que sea “un trabajo elegido cada día”. “El otro existe, es parte de nosotros. A lo mejor habla otra lengua o se dirige a Dios de una manera diferente” y, aunque haya violado la ley penal, “no podemos negarle humanidad y dignidad”, ha detallado ante la atenta escucha del Papa Francisco.
Que la visita lleve a muchos a “acogernos como ciudadanos libres”, dicen los presos
A continuación, tomó la palabra Tente Duarte, uno de los internos, de 22 años, quien le explicó que en la cárcel hay 592 personas procedentes de diferentes latitudes del mundo que no van a olvidar la visita del Pontífice: “Vemos que nos dedica el tiempo más largo y nos llena de alegría y emoción”.
Además, compartió con el Papa Francisco un deseo de futuro, más allá de las celdas: “Que su presencia abra los corazones y las mentes del mundo externo para acogernos como ciudadanos libres después de que hayamos aprendido de nuestros errores”.
También manifestó su deseo de que los internos, los policías y los voluntarios puedan establecer “relaciones con perfume de familia, de amistad y de hermandad” y refirió que tienen su esperanza en que las imágenes de esta visita haga a muchos considerarles como personas, no sólo como criminales.
Bendición en silencio para ser recibida “según su propia creencia”
Antes de concluir el acto en el patio de la Cárcel de Montorio, el Papa Francisco fue obsequiado con varios regalos, a los que correspondió con otro presente para la cárcel basado en una de las que considera una de las características principales de Dios: cercanía, compasión y ternura.
Pensando en esta última, ha entregado una imagen de la Virgen María con el Niño Jesús. “Es una figura común al cristianismo, a los musulmanes. Una figura común a todos, que nos une”, explicó.
Tras el intercambio de regalos, el Pontífice expresó su deseo de impartir su bendición “en silencio, para que cada uno la reciba según su propia creencia”. Tras guardar un momento de silencio, dijo: “Que el Señor los bendiga, les ayude a ir adelante siempre, los consuele en la tristeza y sea su compañero en la alegría, Amén”.
El acto concluyó con la interpretación de Aleluya, la reconocida canción de Leonard Cohen, que el Papa Francisco acompañó con los brazos en alto, al igual que los presos.