Enrique nació en la provincia de Camagüey, en un hogar católico donde su padre le enseñó a ser fiel a sus convicciones. Y siendo aún niño, ocurrió el triunfo de las huestes de Fidel Castro sobre la dictadura de Fulgencio Batista, quien había gobernado Cuba de 1952 a 1959.
Era el 4 de enero de 1959 y la caravana guerrillera de Castro ingresaba a la ciudad para anunciar el cambio de gobierno. Según relató Enrique Cabrera a EWTN Noticias, en las familias había bastantes expectativas y su padre había asegurado que si el nuevo líder cumplía sus promesas, cambiaba el nombre de su hijo a Fidel.
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Sin embargo, al ver a Castro y sus hombres, el padre percibió signos de soberbia y al regresar a la casa dijo que en el país no habría cambios; pero quedó la anécdota y al niño lo empezaron a llamar con el sobrenombre de Fide.
Durante la década de 1960 Cuba protagonizaría la crisis de los misiles e innumerables sacerdotes y religiosos serían expulsados por los comunistas. Además, fueron expropiadas las escuelas privadas, muchas de ellas católicas.
En ese ambiente anticristiano el país ingresa a la década de 1970, con Fide llegando a la temprana juventud. En su diálogo con EWTN Noticias, recuerda que en esos años no era sencillo decir que se era cristiano, “uno se limitaba de decir que uno iba a la iglesia”. “No voy a decir que era tan valiente. Yo me limitaba. Sentía miedo, temor de decir: voy a la iglesia", relata.
Asimismo, durante las “escuelas al campo” —periodos en los que los escolares eran llevados a hacer tareas agrícolas por varios días—, muchas veces sus amigos le pidieron que se acostara en otro lado. “Muchos amigos me decían: Fide, échate para allá porque tú eres religioso. Entonces me apartaban porque les perjudicaba a ellos. Éramos amigos, pero que no nos vieran conversando porque éramos religiosos”.
Encerrado en el calabozo por ir a Misa
Posteriormente, llegó la edad del servicio militar obligatorio y Enrique fue enviado a Saimí, en Sierra de Cubitas. Como era hábil para pintar, lo escogieron para hacer los rótulos en el Estado Mayor, esto le permitía ir cada cierto tiempo al pueblo más cercano.
Mientras sus compañeros aprovechaban los permisos para ir al cine o pasear, Enrique prefería ir a la casa de sacristana de Sola, el nombre del pueblo, para vestirse de civil e ir a Misa. Sin embargo, un día en que esperaba para tomar su ropa de servicio y regresar a la unidad militar, fue apresado por dos soldados que lo tiraron a la parte trasera de un jeep y lo llevaron ante el jefe del Estado Mayor.
“Cuando le pregunto el motivo me dice: ‘¿Así que tú crees en Dios?’. Le digo: ‘Ah, ¿es por eso?’. Dijo: ‘Sí, y vas a tener un buen escarmiento, vas para el calabozo ahora’”, relata Fide.
Enrique recuerda el temor que sintió al ser llevado al calabozo y que sólo dijo “Dios, tú vas conmigo”. “El Espíritu Santo es tan grande que cuando entré al calabozo, los muchachos que estaban dentro me preguntaron por qué me habían metido allí, el motivo. Yo medio que dudé pero en un segundo le dije: porque me sacaron de la Iglesia con armas”.
“El Espíritu Santo fue tan grande de que empezaron esos muchachos a gritar para fuera, a decirle horrores a los militares. Me defendieron. Y enseguida me buscaron un lugar en el suelo donde pasar la noche junto a ellos allí”, narra a EWTN Noticias.
Durante los tres meses que estuvo encerrado, el régimen dijo a su familia que había sido enviado a una misión militar y luego que había cometido una grave indisciplina; pero ante la insistencia de la hermana, que no creía las palabras de las autoridades, Fide fue liberado.
Sin embargo, durante su cautiverio fue torturado: le rompieron dos costillas a golpes y le lanzaron cubo de agua congelada, sin la posibilidad de recibir ropa. Hay otras torturas de las que Fide prefiere no hablar, pero señala que la mayor amenaza que recibía era que no podía ir a la iglesia una vez libre.
La Infancia y Adolescencia Misionera nace en Cuba
Una vez terminado el servicio militar, Enrique Cabrera decide ser catequista en Camagüey, diócesis en la cual en 1991 empezaría a trabajar el proyecto de fundar la Infancia y Adolescencia Misionera de Cuba.
“Quería coger una carrera universitaria”, recuerda Fide, sin embargo, le dijeron “que la universidad era para los revolucionarios”. “Esa diferencia de la persecución es la que te enseña a ti, creo yo, a escoger el verdadero camino”, señala.
Sobre la creación de la Infancia Misionera en el país, Enrique Cabrera relató hace unos años a ACI Prensa que todo comenzó cuando recibió “una revista de Venezuela llamada 'Brujulita' dedicada a la Infancia Misionera. En ella se hablaba sobre esta importante obra misionera infantil, que hasta el momento no se conocía en Cuba”.
Compartió su inquietud al entonces Obispo de Camagüey, Mons. Adolfo Rodríguez, y así nació en 1992, con cuatro niños, el primer grupo de Infancia Misionera en la parroquia de Santa Ana. Este grupo rápidamente fue aumentando y la experiencia se contagió a las demás diócesis de Cuba.
Su preocupación por la situación actual de Cuba
Como para todo aquel que ama a su país, Fide no puede ser ajeno a la situación actual de Cuba.
“Lo que está sucediendo en el país es algo doloroso, porque quien ama a Dios ama a su patria. Y para mí la patria es mi casa grande también. Lo que está sucediendo a mí me duele. Me duele ver como se está desgarrando este país por completo, tanto físico como moralmente”, señala.
Una de las realidades constantes es la migración de cubanos, que en los últimos tiempos “está siendo tan grande que nos estamos quedando solos”.
"Soy catequista de Primera Comunión desde el año 77 y nunca había tenido un curso sin un niño en Primera Comunión. Este año, este curso no tengo niños en Primera Comunión", lamenta.
Fide comparte que “el pueblo no tiene esperanza. La esperanza del pueblo es irse. Ver otro futuro en otro lugar y no un futuro en su tierra".
Sin embargo, la esperanza de Enrique Cabrera no decae y expresa: "Tenemos que orar mucho, tenemos que rezar mucho. Pedirle al Espíritu Santo, porque estamos en momentos de oración".