La Comisión Episcopal para las Comunicaciones Sociales de la Conferencia Episcopal Española (CEE) considera que el riesgo en el uso de la inteligencia artificial reside en que “deje de ser un medio y se convierta en un sujeto con iniciativa propia, con capacidad de interpretar la realidad o la actualidad según sesgos desconocidos, con empuje para ofrecer soluciones o conclusiones ajenas al corazón del hombre”.
En su mensaje con motivo de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales que se celebra este domingo coincidiendo con la solemnidad de la Ascensión, los prelados consideran que es el momento de velar para que las herramientas vinculadas a la inteligencia artificial “estén al servicio de los profesionales de la comunicación, pero que no les sustituya, porque las tecnologías no tienen corazón, pero las personas sí”.
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Esta propuesta, afirman, “requiere un esfuerzo” porque, como culturizar otro medio, la inteligencia artificial por sí misma “no tiene una orientación inequívoca al bien”. Así, “sujeta a la voluntad humana”, puede servir para el beneficio social o “fomentar el descarte, el enfrentamiento, el odio o la desvinculación”.
Así, se hace necesario “orientar su desarrollo con un marco moral, dado que la ética no es un límite, sino una potenciación de su dimensión de servicio al bien de la humanidad”, añaden los obispos.
En este sentido, destacan cinco presupuestos éticos que deben ser contemplados en el uso de la inteligencia artificial: revisión humana; identificación de los contenidos realizados con esta técnica; que se conozcan “los elementos aportados, su procedencia y evolución”; que su contribución se oriente “a la mayor precisión de la información y a su mejor comprensión”; y que esté “al servicio de la verdad que el ser humano debe conocer para tomar sus decisiones en libertad”.
La inteligencia artificial, “una revolución sustancial”
Los prelados españoles consideran que la inteligencia artificial supone “una revolución sustancial” que a pesar de estar en sus inicios “supera lo que supuso Internet a finales del siglo pasado o las redes sociales al principio de este”.
A su entender, se trata de una revolución “que afecta a todo y a todos” que debe “respetar y proteger la dignidad humana” así como “asentarla y fortalecerla”.
En este sentido, los obispos llaman “a promover, desde la comunicación, la difusión de esta herramienta, liberada de sus dimensiones negativas, a todas las personas, de manera especial a los pobres y marginados”.
Esta propuesta se ha de articular en dos direcciones, según refleja el escrito episcopal: por un lado, que sus potencialidades sirvan para su desarrollo personal y su integración en la corriente social de este tiempo. Por otro lado, se ha de trabajar para que los contenidos que ofrezca la inteligencia artificial y las propuestas que produzca tengan siempre un sesgo de humanidad hacia las personas que tienen más dificultades”.
Por ello, los prelados apuestan por que la inteligencia artificial sea “liberada de sesgos ideológicos, políticos, de eficiencia económica, que expulsan al ser humano del centro de la actividad de comunicación”.
“El sesgo de humanidad es el único indispensable en una inteligencia artificial socialmente responsable, al servicio de la dignidad del hombre y de nuestro tiempo”, añaden.