Con motivo de la fiesta de San José obrero, les compartimos una oración que pronunció hace 65 años San Juan XXIII, el Papa bueno, pidiendo la intercesión del Padre adoptivo del Señor por cada uno de los trabajadores del mundo.
El 1 de mayo de 1959 San Juan XXIII dio un discurso en la Basílica Vaticana, ante diversos integrantes de las Asociaciones Cristianas de Trabajadores Italianos. El Pontífice les señaló que en ellos veían a los trabajadores de la nación y de todo el mundo que celebran “el valor precioso y santificador del trabajo”.
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Posteriormente, les pidió estar convencidos de que mucho dependía de ellos, y que “en la aplicación del Evangelio, y de la doctrina social de la Iglesia, está contenida la fuerza que por sí sola puede edificar, en la verdad y en la caridad, el mundo del trabajo cristiano”
En este sentido, los animó a ir con el poder de la verdad a “donde haya inteligencias que iluminar, voluntades que fortalecer, energías que canalizar hacia el bien; donde haya lágrimas que enjugar, incertidumbres que superar, soledades que animar”.
“Acércate con dulzura, mansedumbre y paciencia a los hermanos lejanos, que tal vez bajo la negación encierran un corazón herido necesitado de amor y comprensión”, exhortó el pontífice.
Antes de terminar hizo hincapié que su pensamiento y afecto estaba con aquellos ”hombres amargados por el desempleo y el subempleo”. Por lo que, a través de San José, invocó la ayuda de Dios sobre estas personas y sobre todos los trabajadores del mundo, de manera especial por los que se ven “sometidos a los trabajos más duros”.
Luego pronunció la siguiente oración a San José obrero, pidiendo que obtenga del Señor la prosperidad material y la paz espiritual para cada trabajador.
“Oh glorioso San José, que velaste tu incomparable y real dignidad de custodio de Jesús y de la Virgen María bajo la humilde apariencia de un artesano, y con tu trabajo sostuviste sus vidas, protege con amoroso poder a los hijos que te están particularmente confiados.
Tú conoces sus angustias y sufrimientos, porque los experimentaste tú mismo, al lado de Jesús y de su Madre. No permitas que, oprimidos por tantas preocupaciones, olviden el fin para el que fueron creados por Dios; no dejes que los gérmenes de la desconfianza se apoderen de sus almas inmortales.
Recuérdales a todos los trabajadores que en los campos, en los talleres, en las minas, en los laboratorios de la ciencia, no están solos en su trabajo, en sus alegrías y en sus sufrimientos, sino que junto a ellos está Jesús, con María, su Madre y Madre nuestra, para sostenerlos, enjugar su sudor, embellecer sus fatigas.
Enséñales a hacer del trabajo, como Tú lo has hecho, un altísimo instrumento de santificación”.