Este 1 de mayo la Iglesia Católica celebra a San José Obrero e inicia el mes de la Virgen. Por ello les compartimos unos emotivos datos sobre cómo la Madre de Dios ayudaba a su esposo en el trabajo y en los gastos de la casa, según nos cuenta San Juan Bosco.
En el libro Vida de San José, escrito por Don Bosco, se describe que el esposo de María aprendió el oficio de carpintero de su propio padre, quien también ejercía este trabajo. Cuando sus papás murieron, San José dejó Belén y se fue a vivir a Jerusalén, donde alternaba su labor con la oración, acercándose al Templo.
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“No intentaba ganar más de lo que su trabajo merecía, él mismo fijaba el precio con una admirable buena fe, y sus clientes nunca se sentían tentados de rebajarle el precio, porque conocían su honradez”, cuenta Don Bosco.
Cuando San José y la Virgen María se casaron, se fueron a vivir a la casa que ella había heredado de sus padres en Nazaret. La joven pareja reservó una habitación para el taller de carpintería. Tenían también madera fuera de la casa para cuando San José trabajara al aire libre.
“María se ocupaba de la limpieza de su pobre morada, trabajaba su ropa con sus propias manos y lavaba la de su marido”, indica Don Bosco. Además, resalta que ella “le secaba la frente empapada de sudor”, le lavaba los pies con agua tibia y le servía la comida para devolverle las fuerzas. Todo era tranquilo para ellos hasta que se dio algo inesperado.
Don Bosco indica que cierto día San José se fue “a trabajar a una aldea vecina” y en ese momento se dió la Anunciación del ángel a María. José terminó aceptando los designios de Dios y recibió la dicha de cargar en sus brazos al Salvador.
Cuando la Sagrada Familia huyó a Egipto, José consiguió una casa a duras penas y retomó su trabajo. “Sin duda experimentó muchos rechazos y soportó muchos desprecios humillantes. Era pobre y desconocido, y esto bastó para que su trabajo fuera rechazado”, cuenta Don Bosco.
“A su vez, María, mientras tenía mil cuidados para su Hijo, se entregó valientemente al trabajo, ocupando en él una parte de la noche para compensar los pequeños e insuficientes ingresos de su marido”, añade.
Cuando retornaron a Tierra Santa, se establecieron nuevamente en Nazaret, donde San José continuó con su trabajo de carpintero, rodeado de la estima y confianza de la gente. Además, el santo patriarca le empezó a enseñar el oficio de carpintero al pequeño Jesús, acompañados por las cariñosas atenciones de María.
“Nos faltan detalles sobre estos laboriosos años que José pasó en Nazaret con Jesús y María. Lo que podemos decir sin temor a equivocarnos es que José trabajó incansablemente para ganarse el pan. La única distracción que se permitía era conversar bien y a menudo con el Salvador, cuyas palabras quedaron profundamente grabadas en su corazón”, puntualiza Don Bosco.