En el marco de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebrará el próximo domingo 21 de abril, el prefecto del Dicasterio para el Clero en el Vaticano, Cardenal Lázaro You Heung-sik, afirmó que hoy en día sigue valiendo la pena ser sacerdote, ya que “con el Señor nunca se pierde nada”.
En su sitio web, el Dicasterio para el Clero señala que “trata de todo lo que se refiere a los presbíteros y diáconos del clero diocesano” y “ofrece a los obispos la ayuda oportuna”.
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“A pesar de todo, sigue valiendo la pena seguir al Señor por este camino, dejarse seducir por Él, entregar la vida por su designio”, señaló el purpurado coreano, en entrevista concedida al diario del Vaticano L’Osservatore Romano y recogida este 18 de abril por Vatican News.
Tras resaltar el ejemplo de la Virgen María, que aceptó ser la Madre de Dios y de todos los hombres, el Cardenal exclamó: “Con el Señor, ¡nunca se pierde nada!”.
Un mensaje para los sacerdotes desanimados o heridos
El prefecto también envió un mensaje a todos los sacerdotes, especialmente a quienes están desanimados o heridos: “el Señor nunca rompe su promesa. Si Él los ha llamado, no les faltará la ternura de su amor, la luz del Espíritu, la alegría del corazón”.
“De muchas maneras Él se manifestará en tu vida de sacerdote. Me gustaría que esta esperanza llegara a los sacerdotes, diáconos y seminaristas de todo el mundo, para consolarlos y animarlos”.
“No estamos solos, ¡el Señor está siempre con nosotros! Y quiere que seamos felices”, subrayó.
2 líneas de acción para ayudar a los sacerdotes en dificultad
El cardenal coreano consideró que una primera línea o frente de acción para ayudar a los sacerdotes es “repensar nuestro modo de ser Iglesia y de vivir la misión cristiana, en la colaboración efectiva de todos los bautizados, porque los sacerdotes están muchas veces sobrecargados de trabajo”.
Los sacerdotes están aún “con las mismas tareas —no sólo pastorales, sino también jurídicas y administrativas— que hace muchos años, cuando eran numéricamente más”.
El segundo frente tiene que ver con la soledad y la vida en comunidad. “Aunque no esté llamado a la vida religiosa, debe redescubrir el valor sacramental de la fraternidad, de sentirse en casa en el presbiterio, junto con el obispo, sus hermanos sacerdotes y los fieles”.
Ante “las dificultades de hoy, esta pertenencia puede sostenerlo en el servicio pastoral y acompañarlo cuando la soledad se hace pesada”, agregó.
Sin embargo, “es necesaria una nueva mentalidad y nuevos caminos de formación, porque a menudo el sacerdote es educado para ser un líder solitario, un ‘hombre solo al mando’, y esto no es bueno”.
El discernimiento de la vocación para ser sacerdote
El purpurado recordó luego que la vocación es una llamada de amor para que toda persona sea feliz. En el caso del sacerdocio, el discernimiento resulta crucial y consiste en “el arte espiritual de comprender, con la gracia de Dios, lo que debemos elegir en nuestra vida”.
“El discernimiento sólo es posible a condición de que nos escuchemos a nosotros mismos y escuchemos la presencia de Dios en nosotros, superando la tentación tan actual de hacer coincidir nuestros sentimientos con la verdad absoluta”, remarcó.
La vocación se podrá reconocer, continuó el prefecto del Dicasterio para el Clero, “cuando ponemos en diálogo nuestros deseos profundos con la obra que la gracia de Dios realiza en nosotros”.
“Gracias a esta confrontación, la noche de las dudas y de los interrogantes se despeja poco a poco y el Señor nos hace comprender qué camino tomar”.
¿Cómo debe ser el sacerdote de hoy?
El prefecto del Dicasterio para el Clero explicó que “el mundo, la sociedad y la Iglesia necesitan sacerdotes profundamente humanos, cuyo rasgo espiritual se pueda resumir en el mismo estilo de Jesús: no una espiritualidad que nos separe de los demás o nos convierta en fríos maestros de una verdad abstracta, sino la capacidad de encarnar la cercanía de Dios a la humanidad, su amor por cada criatura, su compasión por cualquiera que esté marcado por las heridas de la vida”.
“Esto requiere personas que, aunque frágiles como todos los demás, en su fragilidad tengan suficiente madurez psicológica, serenidad interior y equilibrio emocional”, destacó el cardenal.
“Hay una gran necesidad de sacerdotes y laicos capaces de llevar a todos la alegría del Evangelio, como profecía de un mundo nuevo y brújula de orientación en el camino de la vida”, agregó el prefecto.
“Siempre se es discípulo, aunque se haya sido diácono, sacerdote u obispo durante muchos años. Y el discípulo siempre tiene algo que aprender del único Maestro que es Jesús”.