El terremoto de 7,4 grados que sacudió Taiwán el 3 de abril fue el más fuerte que sintió el país en 25 años. Al P. Pablo Trollano, misionero argentino que vive ahí desde hace 11 años, el desastre natural lo encontró celebrando la Santa Misa, y salió junto a los fieles “con el cáliz en la mano”.
El terremoto de Taiwán tuvo su epicentro a unos 18 kilómetros de la ciudad de Hualien, en la costa este del país. Al menos 16 personas murieron y más de mil resultaron heridas.
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En declaraciones a ACI Prensa, el P. Trollano recordó: “nosotros estábamos en la capilla del segundo piso de la iglesia, en la Misa, después de recibir la Comunión, cuando empezó a moverse todo”.
La parroquia que el P. Trollano tiene bajo su cargo se encuentra en el distrito de Taiping en Taichung, a más de 90 kilómetros al oeste de Hualien.
“Nos quedamos a esperar que pasara, porque uno se acostumbra a los temblores pequeños o medianos, pero esta vez se puso cada vez más fuerte; así que decidimos salir, yo aún con el cáliz en la mano”.
El sacerdote argentino señaló que “el edificio se movía tanto que bajamos las escaleras con dificultad. Yo pensé: ‘bueno, acabo de recibir la Comunión, tengo a Jesús dentro mío, si tengo que morir ahora, ¡no está nada mal!’”.
El P. Trollano destacó que las iglesias católicas en Taiwán, por lo general, “están muy bien preparadas para esta clase de terremotos, así que a nuestra iglesia no le pasó nada”.
“La iglesia que tal vez sufrió más el terremoto fue la de Tianxiang, en el Parque Nacional Cañón de Taroko. Es una iglesia con muchas habitaciones para alojamiento, que al estar en el cañón y cerca de senderos de montaña atrae a muchos fieles y también no creyentes, que se alojan ahí para recorrer el lugar con paisajes realmente muy hermosos”, indicó.