El sacerdote y exorcista mexicano, P. Eduardo Hayen Cuarón, advirtió que conservar anillos de masones fallecidos es algo que sí atenta contra la fe católica.

Así lo indicó el presbítero de la diócesis mexicana de Ciudad Juárez en una publicación en su cuenta en la red social X (antes Twitter), el 9 de abril, al responder a alguien que desde Perú le consultó si conservar los anillos masónicos de abuelo fallecido es una práctica contraria a la fe.

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“Sí. Esos anillos no son un simple recuerdo de papá como si fuera la pipa que fumaba o su reloj. Esos anillos representan la pertenencia a una sociedad secreta que ha sido condenada por la Iglesia Católica en diversas ocasiones”, respondió el también director del semanario Presencia de Ciudad Juárez.

El P. Hayen recordó que estas condenas se han dado “desde 1738 por el Papa Clemente XII en la encíclica In eminenti apostolatus specula, hasta el Código de Derecho Canónico de 1983 en el canon 1374”.

“Un católico masón no puede comulgar y abre las ventanas de su alma a la acción extraordinaria del demonio”, alertó.

El exorcista explicó asimismo que “la masonería rechaza las verdades absolutas, entre ellas los dogmas del catolicismo, promueve el relativismo moral y tiene un componente de conocimiento gnóstico reservado a unos pocos ‘iluminados’”.

“Todo esto —precisó el sacerdote— es contrario a nuestra fe católica, la cual se rige por la Divina Revelación, es sólida en su doctrina y su moral, y es Revelación pública, es decir, abierta como buena noticia para el mundo entero, y no sólo para unos cuantos ‘privilegiados’”.

El P. Hayen indicó además que “los masones, iluminatis, rosacruces y gnósticos se creen poseedores de la luz de la verdad pero, en realidad, su conocimiento es una falsa luz que tiene origen en el enemigo de Dios. Ellos practican rituales dirigidos explícita o implícitamente al demonio”.

“Los anillos masónicos de tu abuelito pudieran ser –aunque no necesariamente– vehículos que el demonio utiliza como objetos "vinculantes" por medio de los cuales es capaz de utilizar para dañar a alguien. Esto es debido a que quizá fueron ritualizados en ceremonias de la masonería”, continuó.

Para concluir, el sacerdote recomendó que “lo mejor, si quieren vivir como católicos de verdad, es deshacerse de esos objetos llevándolos a un exorcista para que los conjure, y ofrecer misas por el alma de tu abuelo, que bastante las necesita”.

¿Qué dice la Iglesia Católica sobre los masones?

El Código de Derecho Canónico establece en el numeral 1374 que “quien se inscribe en una asociación que maquina contra la Iglesia debe ser castigado con una pena justa; quien promueve o dirige esa asociación, ha de ser castigado con entredicho”.

Se puede definir el entredicho como una pena o censura canónica que, si bien no rompe la comunión de la Iglesia como la excomunión, si priva al fiel de celebrar sacramentos o participar en ellos.

La redacción aprobada en 1983 difiere de la versión de 1917 en dos cuestiones: la pena no es automática y no se menciona explícitamente a la masonería.

Ante esto, el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, cuando era prefecto de la Congregación —hoy Dicasterio— para la Doctrina de la Fe en el Vaticano, publicó la “Declaración sobre la masonería”.

Ese texto de quien luego sería el Papa Benedicto XVI resalta que “no ha cambiado el juicio negativo de la Iglesia respecto de las asociaciones masónicas, porque sus principios siempre han sido considerados inconciliables con la doctrina de la Iglesia”.

Por lo tanto, “la afiliación a las mismas sigue prohibida por la Iglesia. Los fieles que pertenezcan a asociaciones masónicas se hallan en estado de pecado grave y no pueden acercarse a la Santa Comunión”.

En noviembre de 2023 el Vaticano reafirmó que los católicos no pueden pertenecer a la masonería y tienen prohibido afiliarse a una logia debido a su “irreconciliabilidad” con la doctrina católica.

Así lo indicó el Dicasterio para la Doctrina de la Fe en un documento difundido el 15 de noviembre, con la firma de su prefecto, el Cardenal Víctor Manuel “Tucho” Fernández, un texto aprobado por el Papa Francisco.

El escrito surgió como respuesta a Mons. Julito Cortes, Obispo de Dumaguete (Filipinas), quien expuso a la Santa Sede su preocupación debido a la situación provocada en su Diócesis “por el continuo aumento del número de fieles” que ingresan en la masonería.