El sacerdote Francisco ‘Patxi’ Bronchalo, de la Diócesis de Getafe (España), explica en la red social X las heridas emocionales que ha encontrado en las personas que se declaran “trans” a lo largo de su experiencia pastoral.
En presbítero inicia el hilo publicado en X este miércoles asegurando que la afirmación “un hombre que dice ser una mujer no es una mujer sino que es un hombre que dice ser una mujer” es algo que “parece una obviedad” y sin embargo supone ir “contra el dogma ideológico trans y hace que muchos pongan el grito en el cielo”.
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El sacerdote expone que detrás de las personas que se declaran “trans”, siempre ha encontrado en su experiencia pastoral que “hay heridas profundas que le han llevado a la no aceptación de su realidad biológica”.
Ante ello, se les ofrece una “huida hacia delante” que consiste en una ideología “que dice que la realidad biológica no define lo que una persona es sino que lo definitivo es cómo esta persona se autopercibe”.
Como consecuencia, se plantea “toda una construcción antropológica, moral y jurídica nueva que justifique la ideología” que lleva a enseñar a los niños en los colegios “los 37 géneros distintos que se dice existen”, prosigue el sacerdote.
Abusos sexuales y bullying escolar
El P. Bronchalo explica en su detallado hilo en X que las heridas que ha encontrado cuando ha tenido que atender como sacerdote a personas que no se identifican con su naturaleza biológica son de dos tipos.
Por un lado, están los “abusos sexuales, físicos y psicológicos por parte de algún familiar que les lleva al rechazo de quienes son ellos mismos”. por otro, “Bullying en el colegio, rechazo de los amigos por ser más tímidos, sensibles o retraídos”.
“Siempre hay algo de esto: chicos rotos por experiencias de vida muy duras en el entorno más íntimo”, subraya el presbítero, que recuerda que “la familia es lugar donde la persona encuentra seguridad y afecto” y, sin ello, “tenemos la semilla de un daño que causará dolor en el futuro”.
Una bandera y unas hormonas
El P. Bronchalo explica que a muchos de estos jóvenes se les da como solución “una bandera y unas hormonas”. La bandera “les hace identificarse con un grupo”, lo que provoca que “al principio se sienten bien”, pero luego “empiezan a entrar en todo el mundo ideológico que les va enseñando que todos les odian”.
Respecto de los procesos de hormonación, el presbítero alerta que se trata de una decisión “que puede llegar a traer consecuencias irreversibles”. En este sentido, apunta que “se habla de visibilidad trans, pero no se da visibilidad a aquellos que se arrepienten del proceso”, lo que sin embargo es fácilmente subsanable con “una búsqueda rápida en Google”.
“Muchos descubren que cuando han hecho todo el proceso siguen sintiéndose mal. Porque las heridas siguen ahí”, prosigue el sacerdote, que lamenta que por esta razón “los hay que caen en drogas para paliar el dolor emocional, también en sexo desenfrenado, en prostitución, para así sentirse queridos. Es duro. El corazón está roto”.
Como conclusión, el P. Bronchalo se pregunta: “¿Qué sana de verdad las heridas?” Su respuesta es clara: “Afecto y seguridad. Amor verdadero. Lo que faltó podérselo dar. Sin huidas ni ideologías. Enseñar a través del verdadero amor humano lo que es el amor incondicional que Dios nos tiene”.