En la Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén, la iglesia de la Resurrección del Señor, la Vigilia Pascual se celebra el sábado por la mañana en lugar de por la noche. Por esta razón, también se considera “la madre de todas las vigilias santas”.
La decisión está relacionada con el Status Quo, un acuerdo o conjunto de acuerdos que rigen la coexistencia y las prácticas religiosas en los lugares santos de la ciudad.
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
La solemne celebración del último sábado 30 de marzo fue presidida por el Patriarca Latino de Jerusalén, el Cardenal Pierbattista Pizzaballa, frente al edículo del Santo Sepulcro, que contiene la tumba de Jesús.
“La liturgia de Jerusalén se construye alrededor de este lugar, al igual que la liturgia de toda la Iglesia. Es de aquí de donde extraemos la luz que ilumina toda la vida cristiana. Nosotros, la Iglesia de Jerusalén, debemos y queremos ser los primeros en anunciar la llegada de esta luz y llevarla al mundo”, señaló el patriarca en su homilía.
La celebración comenzó a la entrada de la basílica, en total oscuridad, donde se llevó a cabo el rito del “lucernario”. El patriarca bendijo el fuego nuevo, que se utilizó para quemar incienso en el incensario, con el que incensó la basílica mientras avanzaba hacia el edículo del Santo Sepulcro.
Justo frente al edículo, utilizando una llama tomada de una de las lámparas, se encendió el cirio pascual junto con una fila de lámparas. Luego continuó el canto del Pregón Pascual (también conocido como Exultet), seguido del Gloria. Después se llevaron a cabo las siete lecturas y siete salmos que relatan la historia de la salvación, acompañados del repicar de las campanas para anunciar la Pascua.
“Reverendo Padre, te anuncio una gran alegría, y es ¡Aleluya!”, anunció el diácono al Patriarca. Después de estas palabras, se entonó el canto de Aleluya tres veces.
Del sepulcro surge una nueva luz. Aquí, según una antigua tradición de Jerusalén ligada a este lugar y a este día, el propio patriarca debe proclamar el Evangelio de la Resurrección ante la puerta del edículo, en el mismo lugar donde ocurrió.
“¡Levantemos nuestra mirada! El evangelista nos dice en primer lugar que las mujeres levantaron la vista (cf. Mc 16,4). La expresión significa que algo nuevo ha sucedido, algo que no dependía de la fuerza humana. Significa que Dios se ha hecho presente. Para ver esta maravilla, el hombre debe levantar la vista”, instó el patriarca en su homilía.
La basílica estaba notablemente vacía, con una clara ausencia de peregrinos y cristianos que suelen venir de los territorios palestinos para las festividades de Pascua.
La referencia a la situación actual surgió en las palabras del patriarca: “Los terribles días que estamos viviendo parecen haber aniquilado nuestras expectativas, haber cerrado todos los caminos y borrado el futuro. Todo a nuestro alrededor parece hablar del fin, de la muerte. Pero si sólo levantáramos la vista, quizás nosotros también, al igual que las mujeres en el Evangelio de hoy, podríamos ver algo nuevo, algo que se está cumpliendo”.
“Jesús”, agregó el patriarca, “ha desencajado las puertas del reino de la muerte con la única arma que la muerte no puede resistir, que es el amor. Si permanecemos en el amor, ya no somos prisioneros de la muerte. Si amamos, somos libres, hemos resucitado”.
Estas palabras introdujeron el tercer momento de la liturgia del día, que es la renovación de las promesas bautismales. En el lado norte del edículo del Santo Sepulcro, el patriarca bendijo el agua sumergiendo el cirio pascual en un rito muy evocador.
Después de bendecir a los sacerdotes y los fieles, la Misa continuó con la liturgia eucarística.
“Lo que les deseo a todos, es que dejen de buscar entre los muertos al que está vivo (cf. Lc 24,5), y como las mujeres del Evangelio, que tengamos un deseo renovado de levantar la vista. Que la Pascua de hoy sea una invitación a emprender el camino, a buscar los signos de su presencia, que es una presencia de vida, amor y luz”, expresó el patriarca.
Al concluir, tras la bendición solemne, el Cardenal Pizzaballa extendió saludos de Pascua y se despidió de todos los presentes.
Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en CNA.