“El Señor nos espera siempre con los brazos abiertos”, fueron las palabras que dirigió el Papa Francisco a las reclusas de la cárcel femenina de Rebibbia, en Roma, a donde acudió este Jueves Santo para celebrar la Misa in Coena Domini.
Siguiendo la tradición de celebrar la Misa de la Última Cena en centros penitenciarios, este año el Santo Padre se trasladó a la cárcel de Rebibbia, en la cual cumplen su pena aproximadamente 360 personas de diferentes nacionalidades.
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
En su homilía, el Pontífice señaló que el pasaje evangélico del día presenta dos episodios: el lavatorio de pies de Cristo a sus apóstoles, gesto con el cual “Jesús se humilla” y “nos hace entender lo que Él había dicho: yo no he venido a ser servido, sino para servir. Nos enseña el camino del servicio”.
“Pidamos al Señor que haga crecer en nosotros, esta vocación del servicio”, alentó.
“El otro episodio, triste, (es) la traición de Judas, que no es capaz de llevar adelante el amor”, indicó el Santo Padre, sino que “el dinero, el egoísmo” lo llevaron a entregar a Cristo, “pero Jesús perdona todo, Jesús perdona siempre. Solo quiere que nosotros pidamos el perdón”.
En ese sentido, en su homilía espontánea, el Papa Francisco recordó la vez que oyó a una anciana decir que “Jesús no se cansa jamás de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón”.
“Pidamos hoy al Señor la gracia de no cansarnos —invitó el Santo Padre—. Siempre nosotros tenemos pequeños errores, grandes errores, cada uno tiene su propia historia, pero el Señor nos espera siempre con los brazos abiertos, y no se cansa jamás de perdonar”.
Luego de la homilía, el Pontífice procedió a lavar los pies a doce reclusas de diversos países, como Italia, Bulgaria, Nigeria, Ucrania, Rusia, Perú, Venezuela y Bosnia, con edades de entre los 40 y 50 años.
El Papa Francisco fue llevado en una silla de ruedas, desde la cual se acercaba para lavar y besar los pies de las mujeres, varias de las cuales derramaban lágrimas de la emoción.
En declaraciones difundidas ayer por Vatican News, sor María Pía Iammarino, religiosa de las Hermanas Franciscanas de los Pobres y quien trabaja como voluntaria en esta cárcel, compartió la emoción que sintieron las reclusas al conocer que serían visitadas por el Santo Padre. “Dicen que el Papa ama realmente a las personas que sufren”, relató.
La religiosa explicó que las mujeres encarceladas tienen un sentimiento de culpa muy fuerte “por el sufrimiento que tienen por una madre anciana o, peor aún, por un niño pequeño al que no pueden ver crecer”.
Culminada la Eucaristía, el Papa Francisco fue trasladado de regreso al Vaticano. Mañana el Coliseo Romano será el lugar donde se lleve a cabo Vía Crucis, cuyas meditaciones fueron escritas este año por el Santo Padre.