El 12 de marzo es la fiesta de San Luis Orione, fundador de la Congregación Pequeña Obra de la Divina Providencia (orionistas). El santo contó que se encontró con un funeral muy particular en el lugar donde fue enterrado San Benito Abad y dio una interesante explicación del por qué se debe rezar por un alma que ya está en el cielo.
De acuerdo al libro Don Orione. Padre y Amigo del sacerdote orionista P. Pedro Ferrini, San Luis Orione (1872-1940) fue cierto día hasta Monte Cassino (Italia), donde San Benito (480-547) en el siglo VI fundó su monasterio. Según la tradición, en este lugar también se enterró al gran Abad junto a su hermana Santa Escolástica.
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Don Orione se encontró con que los monjes benedictinos estaban preparando un funeral solemne. Entonces el presbítero le preguntó a uno de los religiosos quién era el difunto que recordarían. El monje respondió que se trataba del Senador Tortullo.
El santo trató de recordar a algún político o conocido con ese nombre, pero no se le vino nadie a la mente. Entonces, el benedictino le explicó que aquel personaje fue el senador romano que le donó el monte a San Benito.
Don Orione se asombró por los siglos que habían pasado y le preguntó: “¿Ustedes siguen suponiendo que su bienhechor está todavía en el Purgatorio?”. El religioso le contestó: “No lo sabemos, pero así lo ha dispuesto nuestro Fundador y es costumbre que en este aniversario se celebren sufragios por este insigne benefactor”.
El P. Pedro Ferrini señala que Don Orione terminaba esta historia que le pasó animando a que se rece incluso por los que están en el cielo porque con ello Dios puede obrar otros favores, incluso para uno mismo.
“Más vale seguir pidiendo por un alma que ya se encuentra en el Paraíso, que suponer que ya está allí, privándola de sufragios. Estas oraciones nunca van perdidas, pues si no las necesita el alma a la cual van dirigidas, Dios las aplica a otra (alma), y siempre benefician al que las hace”, indicaba San Luis Orione.
¿Quiénes están en el cielo?
Aquí es importante recordar que a veces se suele decir, de manera coloquial, que una persona que se murió ya está descansando en el cielo. Sin embargo, según la tradición de la Iglesia, sólo de los santos y beatos se tiene certeza que están en el paraíso.
De hecho, la Congregación (hoy Dicasterio) para el culto Divino y la disciplina de los sacramentos, en su documento Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, precisa que los santos y beatos son “ciudadanos de la Jerusalén del cielo”.
De los demás no se sabe, pero se les confía a la misericordia de Dios y por ello la Iglesia reza por los difuntos.