En una mañana soleada y por primera vez este año en la Plaza de San Pedro, que el Papa Francisco ha recorrido entre los fieles en el papamóvil, el Pontífice ha comunicado que sigue afectado en su salud: “Todavía estoy resfriado y no puedo leer bien”.
Así, la catequesis sobre la soberbia, dentro del ciclo sobre los vicios y las virtudes que sigue desde hace unas semanas, ha sido leída por un colaborador del Papa, como ya ha ocurrido en algunas ocasiones en las últimas semanas.
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A finales de febrero, el Pontífice suspendió sus audiencias en dos ocasiones. En la audiencia del día 28, cedió la lectura de su catequesis y al término de la audiencia general acudió “al hospital Gemelli Isola Tiberina para someterse a algunas pruebas diagnósticas”, según detalló el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
El pasado uno de marzo, el Papa cedió de nuevo la lectura del discurso previsto ante los participantes de la Conferencia Internacional Hombre-Mujer Imagen de Dios. Por una antropología de las vocaciones. Sin embargo, sí tomó la palabra con brevedad para subrayar un aspecto de su discurso: “El peligro más feo es la ideología de género, que borra las diferencias”.
“De todos los vicios, la soberbia es la gran reina”
Siguiendo el ciclo sobre los vicios y las virtudes, la catequesis de este miércoles se ha centrado en la soberbia, un vicio que “está muy cerca de la vanagloria”, aspecto tratado la semana pasada, pero que va más allá: “Si la vanagloria es una enfermedad del yo humano, se trata de una enfermedad infantil en comparación con los estragos que puede causar la soberbia”. Tanto así que “de todos los vicios, la soberbia es la gran reina”, plantea el Pontífice.
“En este mal se esconde el pecado radical, la absurda pretensión de ser como Dios. El pecado de nuestro primogénito, relatado en el libro del Génesis, es a todos los efectos un pecado de soberbia”, continúa la predicación, antes de describir algunos “síntomas que revelan que una persona ha sucumbido al vicio de la soberbia”.
Entre ellos, se enumera “un aspecto físico evidente” como es que “tiene el cuello rígido que no se dobla”. También se caracteriza porque “por nada, emite juicios irrevocables sobre los demás”, olvidando que Jesús “nos dio muy pocos preceptos morales, pero en uno de ellos fue inflexible: no juzgar nunca”. Al mismo tiempo, el soberbio suele reaccionar “de forma exagerada, como si alguien hubiera ofendido a su majestad” ante cualquier comentario o crítica constructiva.
El Papa señala que “poco se puede hacer con una persona enferma de soberbia. Es imposible hablar con ella, y mucho menos corregirla, porque en el fondo ya no está presente para sí misma. Sólo hay que tenerle paciencia, porque un día su edificio se derrumbará”.
El Santo Padre concluye que ”la salvación pasa por la humildad, verdadero remedio para todo acto de soberbia” e invita a aprovechar la Cuaresma para luchar contra este vicio.